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«Stop• a la muerte 53 pedernidos. Cuando tantos han dejado sus vidas en la carretera, el que continúa con su temeridad imprudente, o es un loco o un suicida ... Esos millones de víctimas del tráfico rodado creo que debieran tener fuerza moral más que suficiente para imponer sensatez y cordura a los conductores más irreflexivos. 138 El automovilista se encuentra frecuentemente al 'lado de la carretera con .cementerios de pueblos o ciu– dades. Sobre las tapias descuellan las copas grises de los cipreses que señalan el cielo, y los remates de las cruces de mármol que cobijan las sepulturas. Debajo ,de alguna de esas cruces quizá duerma el sueño de la muerte alguna víctima de la circulación. Oye lo que te dice con su silencio impresionante: «También yo piloté un coche por es·as carreteras como tú ahora... Pero un día negro la confianza me mató ... Y aquí me traj,~ron a descansar... Si tú quieres ·seguir viviendo, no confíes demasiado, ni en el firme ni en los frenos ni en la visibilidad ni en tu pericia de •conductor. Precaución siempre, si no quieres venir a mi 1·ado a compartir mi reposo ... Es consejo de un amigo de ultratumba que te desea larga vida». 139 La niebla es uno de los grandes peligros que el conductor puede encontrarse en la carretera. Ella debe obligarle a redoblar precauciones par·a evitar acciden– tes. Precauciones elementales son vista atenta, mode– ración en la velocidad y discreto uso de los faros. No es lo mismo viajar un día de sol espléndido, que en otro de niebla cerrada. A m'ayores peligros, mayores :precauciones.

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