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«Stop» a la muerte 49 dos Unidos más vidas que todas las guerras de su his– toria». Sin embargo, allí siguen soñando todos en el auto– móvil como en uno de los factores más decisivos de su felicidad. La felicidad norteamericana huele un poc a podrido ... El coche, su gran juguete, se convierte con frecuencia en su catafalco ... Son muchos los que cada día entran motorizados en la eternidad ... 127 Según estadísticas de varios países, nada menos que el cincuenta y uno por ciento de los accidentes de tráfico son debidos a la influencia de bebidas alcohó– licas ... ¿Será mucho pedir a los conductores que sean parcos en el beber, cuando tengan que sentarse al vo– lante? Si es que aprecian en algo su existencia y la de los demás, no creo que les sea muy difícil moderarse en la bebida. Podrá ayudarles en algo el dicho popular: «Si tú mueres, muere tu mejor amigo». Y también el pensamiento de los dolores de c·abeza que le pueden proporcionar los tribunales. 128 Torcuato Luca de Tena escribe: «En Nueva York no se puede vivir sin automóvil, y no se puede vivir con automóvil. Lo cual significa que en Nueva York no se puede vivir de ninguna manera». Es posible que esto ya no ocurra sólo en Nueva . York, sino también en buena p'arte de nuestras capita– les españolas. Hay demasiados coches. Faltan aparca– mientos. Las calles son angostas. Las ciudades crecen. Y en estas condiciones las gentes tienen que s'alir a la calle. ¿Quién podrá asegurar sus vidas contra esos monstruos con ruedas? Solamente la prudencia de los conductores y la responsabilidad de los peatones. De

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