BCCCAP00000000000000000001349

20 P. David de la Calzada 24 Sentirse seguros al volante, con el coche a gran ve– locidad por entre una nutrida circulación, es no saber lo que se trae entre las manos. Y la inconsciencia suele pagarse c·ara y cuando menos se imagina. Lo que no ocurrió en un año, ocurre luego en un segundo ... Y ya nada tiene remedio ... 25 Hay muchos conductores que las llamadas a la pru– dencia que escuchan por la radio o leen en el perió– dico se las aplican siempre a los demás. Como si no fueran para ellos. Como si ellos no las necesitaran. Como si ellos estuvieran en posesión de un seguro de vida perdurable contra todo riesgo ... Hasta que un día fatal también ellos van a engrosar con su nombre bajo una cruz la larga lista de los suicidas del volante... 26 Todos tenemos señalada una hora de arribo a la eter– nidad. Es 1·a hora señalada por Dios. No precipites tú los acontecimientos. No tengas prisa. No comprometas a la muerte. Déjala que venga por su paso ... Que llegue a la hora de Dios... Si con tu imprudencia precipitas su llegada, de ello te ha de pedir estrecha cuenta el que es Autor y Dueño de esa vida ... 27 Si en cada punto de nuestras carreteras donde ha muerto un hombre se clavara una cruz, obsesionados por la idea de la muerte, creeríamos rodar por el paseo de un irnmenso,,cementerio... Veríamos el horizonte blo– queado de .cruces... ¡Que no tengan que colocar una más por ti!. ..

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz