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16 P. David de la Calzada ción! Los que van en los otros coches también tienen mujer e hijos ... ¡No lleves la viudez ni la orfandad a sus casas!. .. 11 El horizonte infinito y las rectas sin fin, depiertan una seductora tentación de velocidad. Como si el mun– do fuera nuestro y lleváramos en nuestra pericia un seguro de vida perdurable. ¡Precaución! No se ve el peligro por el momento. Pero no te fíes. Quizá la muer– te está esperándote invisible en cierto lugar pegada al asfalto ... 12 Hay asesinos de la navaja, del trabuco y de la me– tralleta ... Son los menos, a pesar del clima de violen– cia que impera en bastantes partes del mundo. Pero hoy han subido al primer plano de la criminalidad los asesinos del volante ... No seas tú uno de ellos ... No manches tu conciencia con la sangre de un hermano... 13 Es un hecho que la masa deshumaniza a los hom– bres, lo mismo en la calle que en la carretera. Un co– che, entre tantos coches, es un coche más con el que nos p'arece que nada tenemos que ver. Unos ocupantes, entre tantos miles, no son para nosotros más que unas desconocidas hormiguitas de este inmenso hormiguero humano, con las que ninguna relación tenemos. El ago– bio de la masa nos hace olvidar que aquellos que van en el otro coche, delante de nosotros, son también seres humanos y, sobre todo, hijos de Dios. Conductor: No cometas la atrocidad de triturarlos bajo las ruedas. de tu coche ...

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