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«Stop» a la muerte 149 salvarían muchas vidas. ¿Por qué entonces no frenamos? ¿Es que la vida no nos importa un bledo? Entonces no recurramos al automóvil; hay otros medios más rápidos y económicos para elimi- 11arla. Pero, como creo que a nadie le estorba la vida, es hora de que todos adopten como norma la moderación en la velocidad. Este será el medio más indicado para conservarla. 410 Mi querido conductor: Hemos caminado juntos mu– chos kilómetros. Tú al volante, y yo escondido tras las páginas de este libro que un día acogiste en tu coche. A lo largo de tantos viajes te he dado muchos conse– jos; cada vez que tú me cogías en tus manos. Muchas de las cosas que te he dicho ya las sabías tú. Pero convenía que te las recordara un amigo que hubie– ra ganado tu confianza. Yo creo haberla ganado, y esto creo que dará mayor eficacia a mis consejos. Hay muchos seres queridos tuyos que con toda su alma desean que sigas viviendo en el disfrute de una salud completa. Tu esposa, tus padres, tus hijos, tus familiares, tus buenos amigos. Entre ellos, cuéntame también a mí. Me preocupa la seguridad de tu vida. Y por eso he dejado caer mi pluma sobre el papel redactando estos consejos. Algunos han salido también al aire por las ondas y han sido captados por muchos conductores en marcha. Creo que les habrán sido de utilidad. No sé cómo te llamas. No sé quién eres. Pero quiero que este libro lo tomes como si hubiera sido escrito sólo para ti. Pues me basta saber que eres criatura de Dios, para que mi corazón te ame como hermano. Que Dios te conceda llegar siempre a tu destino y 'regresar feliz a tu cas'a. Y que un día, tras el viaje final
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