BCCCAP00000000000000000001349

148 P. David de la Calzada mi amigo agradecido. A lo que contesté: -La multa es lo de menos. Lo que hay que salvar siempre a toda costa es la vida. V ésta sólo puede sal– varse con la prudencia obediente a la ley. 408 Cuando el hijo emprende un v1aJe en su automóvil, la madre, que le quiere con todo su corazón, le da los me– jores consejos para su seguridad. Más tarde, cuando ya su coche resbala veloz sobre el asfalto de la carretera, de cuando en cuando le sale al paso un santuario de la Virgen, de los innumerables perdidos por los campos de nuestra Patria. Es la casa de la otra Madre, la Madre del cielo, que no le ama me– nos que la de la tierra. Conductor: Acuérdate de Ella. Dile algo al pasar. V es seguro que Ella te recordará algo parecido a lo que oíste a tu otra madre al subir al coche: -¡Prudencia, hijo mío! ... Guarda la vida que Dios te dio para ganar el cielo ... No quieras anticiparte a la hora señalada para ti. .. Mi cariño va contigo ... ¿Qué podría yo añadir a esto? Oue, por tu bien, hagas caso a las que tanto te aman. 409 Cuando la crisis de combustible en los Estados Uni– dos redujo el límite de velocidad de los automóviles a cincuenta y cinco millas por hora (unos ochenta y ocho kilómetros}, se advirtió una marcada disminución de ac– cidentes en la carretera. Murieron 10.000 personas menos. Lo que nos dice claramente que el mayor número de los accidentes automovilísticos depende, en buena parte, del exceso de velocidad. V que, acortada la velocidad, se

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz