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146 P. David de la Ca.Izada Y hasta dicen que causó efectos satisfactorios en la dis– minución de accidentes. 403 Cuando uno, por cualquier causa, tiene que detenerse en la carretera, hágalo pegado al bordillo de su derecha. Y no cometa la temeridad de abrir una puerta de la iz– quierda, sin cerciorarse antes por el espejo retrovisor de que no viene por detrás ningún coche. Un descuido en algo tan elemental podría originar una catástrofe. 404 Si un día, viajando en automóvil, divisáramos allá ade– lante a la orilla de la carretera un esqueleto humano es– grimiendo una guadaña, corno representan a la muerte, nos llenaríamos de terror, frenaríamos y no nos atreve– ríamos a acercarnos. Creeríamos estar en presencia de algún ser misterioso llegado del otro mundo. Pues, ¡alerta!, que, aunque no la veamos, por ahí anda la muerte ... A los prudentes, de ordinario, los deja pasar. Ella está principalmente a la espera de los confiados e irresponsables ... 405 Un consejo que podrá sorprender a más de cuatro: -Prescindid cuanto podáis del coche particular, y uti– lizad los transportes públicos: El autobús, el taxi, el me– tro, el tren ... Son más seguros, sus conductores tienen · mucha práctica y suelen ser muy responsables. Y, además, hoy la gasolina está un poco cara y las reparaciones en los talleres no son gratis. 406 Se cuenta de un señor casado que no tenía hijos. Era

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