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138 P. David de la Calzada realizará en la carretera la siniestra predicción de Cristo: «Si un ciego guía a otro ciego, ambos caen en la fosa». 382 Ojeando las estadísticas de accidentes resulta im– presionante ver lo cerca que están la carretera y la muerte. Todos los días se dan infinidad de accidentes mortales en la carretera. Pero resulta más impresionante aún el que, a la vista de tales estadísticas, abunden irresponsables que se sientan al volante de su coche sin preocupación alguna, como si nada les pudiera ocurrir. No se trata de poner al conductor bajo la torturante impresión de una trage– dia inevitable. Sólo advertirle que conducir por una ca– rretera es algo muy serio que debe estar reñido con la frivolidad y la inconsciencia. Quizá esto baste para que pueda llegar sano y bueno a su destino. 383 Eres hombre y, como tal, necesitas al salir a la ca– rretera del cerebro y del corazón. Si alguna de estas cosas te dejas en casa al subir al automóvil, marcharás ciego a una muerte segura y provocarás también la de tu hermano. Convertirás la carretera en un matadero de hijos de Dios. 384 «Concédenos, Señor, el sentido común para conocer nuestras propias limitaciones y las de los vehículos, para que no nos convirtamos en potenciales clientes de cualquier sanatorio psiquiátrico, de cualquier clínica o de cualquier cementerio». (V. Hernández García: «Plegaria por la paz en la carretera»)

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