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136 P. David de la Calzada además de esto y de una equilibrada prudencia para poder reaccionar en cada momento con dominio ante un peligro imprevisto, yo le aconsejaría algo que quizás hayas oído pocas veces. ¿Sabes que Dios ha puesto a tu lado un Angel para que te guarde? Si creemos que nos guardaba cuando éramos niños, ¿nos habrá abandonado al hacernos hombres maduros? Yo te aconsejo que le invoques, le pidas que te pro– teja y te dé prudencia y compañía. Si te va bien, sigue haciéndolo. Cuando nos veamos. me agradecerás que te haya recordado algo importante que se te había olvi– dado». 377 Es frecuente que los toreros, antes de torear, pasen unos minutos orando en la capilla de la plaza. También es frecuente que, antes de entrar en faena, hagan la señal de la cruz. No es extraño. Van a enfrentarse con una fiera y puede peligrar su vida. Son creyentes y por eso oran al Señor. Necesitan su protección en el peligro. Hay otro toro que no tiene cuernos, pero que produce más muertes que los de la plaza. Se llama carretera. V \o incomprensible es que muchos cristianos se sientan frívolamente al volante de un coche y marchan al en– cuentro de ese toro sin cuernos, sin acordarse de Dios para nada ... ¿Es que a éstos no los puede coger el toro? ¿O es que han firmado antes con él un tratado de amis– tad y no agresión? 378 He aquí unas palabras del Cardenal Luciani, que fue después Juan Pablo l. el efímero Papa de sólo un mes de pontificado: «He aludido a carreteras embotelladas, a coches, a curvas, a adelantamientos. También éste es un gran pro-

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