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134 P. David de la Calzada se ha inventado hasta ahora nada mejor. Y en el Código de Circulación está plasmada la prudencia de muchos. Cumplámoslo y tendremos casi asegurada la vida en la carretera. De lo contrario, atengámonos a las palabras bíblicas, que también pueden tener aplicación en este caso: «El que ama el peligro, en él perecerá». (Eccli., 111, 27} 373 Las Compañías de Seguros americanas han certifica– do que los solteros son más peligrosos al volante que los padres de familia. Y que los hombres de menos de veinticinco años son responsables del treinta por ciento de los accidentes mortales que se registran en las ca– rreteras. Se impone, pues, una enérgica llamada a la pruden– cia a esos jóvenes solteros e ilusionados que, en su inexperiencia, no ven el peligro por ninguna parte. No tendrán ellos tanta responsabilidad como el casa– do, que se debe a una esposa y a unos hijos. Pero ten– drán que responder ante Dios de su propia vida y del gravísimo disgusto y perjuicios ocasionados a sus pa– dres y familiares. Además, como si dice por ahí, «si mueres tú, muere tu mejor amigo». 374 Para impedir en lo posible los accidentes de tráfico algunos gobiernos han colocado unos curiosos carteles en ciertos sitios estratégicos de las calles y las carrete– ras. En ellos se aconseja a los conductores que no se distraigan mirando a las chicas en minifalda que puedan ver a través del espejo retrovisor o por la ventanilla del coche. El embebecimiento a veces es tal, que no advier– ten los mil peligros de la circulación que se les vienen

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