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«Stop» a la muerte 123 342 Una máquina con ruedas, que se mueve, y que a veces vuelve a sus ocupantes a casa y a veces los deja m·altrechos en el camino. Tú, por si acaso, no te confíes mucho pensando en los que volvieron; piensa siquiera alguna vez en los muchos que pensaron volver y no vol– vieron. Ello te obligará a tomar todas las medidas para poder volver. 343 Ocurre un accidente de carretera. Y... , ya se sabe, si no han quedado todos muertos o malheridos, saltan a tierra los ocupantes de uno y otro coche y se origina una reyerta descomunal y durísima. Los de cada coche creen, sin más, o al menos simulan creerlo, que toda la culpa la tienen los del otro. Nadie se reconoce culpa– ble. ¡Todos son inocentes! Pero allí están los coches abollados. Y yo me pregunto: ¿Por qué entre automovi– listas la culpa la ha de tener siempre el otro? Así no se puede salir a la carretera. 344 En 1961 (¡ya ha llovido desde entonces!) la prensa nos daba la noticia de que en las carreteras españolas se daban tantos accidentes que cada cinco horas resul– taba un muerto y cada cinco minutos un herido ... Si esto no es suficiente para hacernos reflexionar y tomar decisiones tendentes a la mayor seguridad de nuestra vida y las de nuestros hermanos los otros hom– bres, es que tenemos el corazón de corcho y la mente atrofiada. 345 Conducir es un placer que a veces tiene apariencias de enajenación o de borrachera. Pero el conducir puede

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