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122 P. David de la Calzada desconocido, eterno compañero de tus viajes, es el Angel de tu Guarda. 339 ¿Es posible el caso de. un conductor que lleve siem– pre consigo en el coche a otra persona y que no haya cruzado una palabra con ella en una porción de años? ¡Es posible! Y esa persona, eterna compañera de los con– ductores y con la que algunos no han hablado nunca es el Angel de la Guarda. ¿Cómo no van a sentirse solos, sobre todo durante las noches intermin'ables? 340 ¡Qué bonito es un automóvil! ¡Qué apetecido por los humanos! ¡Cuántos sueñan en poder disponer de un últi– mo modelo! Parece mentira que una cosa tan bonita, tan apetecida y tan soñada, pueda convertirse en arma de muerte para lanzarte un día de improviso a la eternidad. ¡Precaución! Las apariencias eng'añan. 341 En casa de todos hay una gran alegría el día que se compra un coche o les toca en un sorteo o en un con– curso radiofónico o televisivo. Y hay alegría porque pen– s·amos en las mil posibilidades que el coche nos ofrece para disfrutar más de esta efímera existencia. En lo que nadie piensa entonces es en que ese coche pueda llevarnos con más rapidez y antes de tiempo al cementerio. No queremos amargar a nadie la alegría del estreno del coche con el recuerdo de la muerte. Lo que quere– mos es prolongarle la alegría de su disfrute por muchos años, mediante una salvadora exhortación a la prudencia.

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