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«Stop» a la muerte 121 a este coche y emprender su último viaje? Tal vez lo que tarden en cometer una imprudencia en la carretera ... ». 336 Poner un coche en manos de un irresponsable es como poner una pistola cargada en manos de un niño. No todo está hecho teniendo un carnet de conducir. Tener cabeza y tener conciencia es lo mínimo que puede exi– girse a uno que se sienta a un volante. 337 Hay una prudencia, virtud natural, que invocamos mil veces y recordamos a los automovilistas para la segu– ridad de sus viajes por las carreteras del mundo. Esa prudencia, tan necesaria para no estrellarse antes de tiempo, la define Aristóteles así: «La recta r'azón en el obrar». Lo que quiere decir que, para que haya un poco de seguridad en nuestra vida mecanizada, es preciso que los movimientos del volante los rija la razón. Parece que no es decir nada, pero es todo lo que humanamente se puede decir. 338 Con frecuencia el conductor creerá que viaja solo. Y se aburrirá enormemente porque los paisajes ya le son demasiado conocidos y no presentan par·a él ningu– na novedad. Conductor: Dios está en todas partes ... También den– tro de tu coche ... iY con los ojos siempre puestos en ti! ... Y dentro del coche va también otra persona, la que siempre va a tu lado, la que no te abandona nunca por– que es fiel al cargo que Dios le encomendó. Ese gran

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