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116 P. D¡¡vid de la Calzada tráfico. Pero siempre comprueba que los nombres de las víctimas no corresponden con el suyo. Los accidentes siempre son de otros. Y el automovilista llega casi a con– vencerse de que a él, aunque haga lo que haga, no le va a llegar nunca. Se llega a considerar como un privilegia– do de la suerte. No se da cuenta de que eso mismo pensaron los otros durante mucho tiempo, al leer infinidad de esquelas de defunción. Siempre les tocaba a otros. Y un día les tocó a ellos la catástrofe y perecieron. V entonces fueron sus nombres los que salieron en el periódico ... Es preciso convencerse de que aquí no hay bulas. Y de que el prudente puede caer; pero el imprudente en la carretera, más pronto o más tarde, caerá. Procura que ése no seas tú ... 324 ¿Qué es un automovilista? Alguien nos ha dado esta definición que yo creo que no comprende a todos, pero sí a un buen porcentaje de ellos: «Automovilista es aquel individuo que, después de presenciar un accidente, se decide a conducir con pru– dencia durante quince minutos». Y yo pregunto: ¿Es que pasados los quince minutos ya ha desaparecido el peligro? ¿No es una verdadera pena que cosas tan serias se olviden tan pronto? 325 No hace mucho leíamos en la prensa: « En todo el mundo, la cifra total de muertos por cul– pa de los accidentes de tráfico supera los 200.000. El problema está planteado a escala mundial y preocupa a todas las autoridades». Muy bien, pero de poco vale que las autoridades se preocupen si no logran preocupar a los conductores.

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