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,,Stop» a la muerte 115 camiones, turismos, vespas, bicicletas, peatones, burros, camellos y vacas sagradas, dicen que nunca se oyen palabras de esas que en español se traducen por «ani– mal», «bestia» o similares ... Esas que aquí, por menor motivo, suelen salir de coche a peatón o de peatón a coche con la vehemencia de un proyectil de artillería de costa. Dicen que allí sólo se escucha de cuando en cuando el chirrido agudo de los frenos, sin acompaña– mientos verbales. ¿Serán más civilizados que nosotros? ¿O es que no tienen la sangre tan caliente y toman las cosas con más calma? Sea lo que sea, resultan para nosotros muy dig– nos de imitación. Imitación, ciertamente, un poco difícil! 322 Cuando no nos impresiona la muerte, es que la ve– mos tan lejos que casi la perdemos de vista y casi llega– mos a creernos que nunca va a llegar. Y, claro, como hasta ahora siempre que ha muerto alguno no hemos sido nosotros, nos parece que siempre va a ocurrir lo mismo. Oue los que caigan, siempre van a ser los otros. Y con– fiados en que nada va a ocurrir, como ayer, como siem– pre, pisamos el acelerador y nos ponemos a ciento vein– te por hora. ¡Cuidado con la confianza excesiva! ¡Cuidado con la velocidad alocada! ¡Nadie os ha dado salvoconducto con– tra la muerte! Muchas veces ha pasado al lado tuyo, ro– zándote la ropa, y se alejó ... Pero no te fíes de que siem– pre v·a a ser así. 323 He visto en multitud de ocasiones la estampa del au– tomovilista sentado ante el volante y leyendo el perió– dico. De seguro que también se fija en las esquelas de defunción, sobre todo cuando obedecen a accidente de

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