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112 P. David de la Calzada y seis millones de automovilistas y sesenta millones de ciclistas. Aparcados esos coches en una fila podrían dar dos vueltas a la tierra. Hoy esas cifras se quedan pequeñitas. ¿Qué catás– trofes humanas no serán posibles, si los conductores son unos irresponsables? Podríamos decir que la guerra más grande y mortífera de la historia se está riñendo ahora en las carreteras ... 315 Las estadísticas que se nos dan de los accidentes en la carretera suelen resaltar también las causas que las originan. He aquí las principales: En primer lugar, las infracciones del Código de Circu– lación. Este motivo es el principal, siendo origen de ac– cidentes en un 76 por 100 de los casos. En segundo lugar, las circunstancias psicofísicas anormales (bebidas, mareo, cansancio, etc.) en que se halle el conductor en el momento de ocurrir el acciden– te. Esto origina el 15 por 100 de los casos. Y, en tercer lugar, la mala situación de los vehículos, que origina el 7 por 100 de los accidentes. Conviene tomar nota y no tomarlo a título de inven– tario. Nos va en ello nada menos que la vida. 316 A los automovilistas siempre se les está haciendo llamadas a la prudencia porque así lo exige la conserva– ción de la vida. Pero, en realidad, ¿se les dice alguna vez qué es prudencia? En orden al más importante de los viajes, que es el de la vida a la eternidad, los moralistas definen la pru– dencia con estas palabras: « Una virtud especial, infun– dida por Dios en el entendimiento práctico, para el recto gobierno de nuestras acciones particulares en orden al

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