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«Stop» a la muer.te 111 año. iSerá una impertinencia inútil que nosotros insis– tamos una y otra vez en las medidas de la más elemen– tal prudencia? No nos pagan nada por ello; pero nos • consideramos suficientemente pagados salvando vidas humanas. Y es que todavía no hemos perdido el corazón. 311 Conducir de noche exige mayor atención y cuidado. El campo de visibilidad es mucho más reducido. Y la misma visibilidad mucho menor que la de día. Ante estos hechos palpables todo conductor sensato debe reducir la velocidad y redoblar la prudencia, pues el peligro pue– de aparecer en cualquier instante y habrá que adoptar decisiones en décimas de segundo. 312 Hay quien opta por no viajar nunca de noche. Pero hay otros que, por las circunstancias de la vida o exigen– cias de su empleo, no lo pueden evitar. Lo importante es que éstos se percaten del mayor peligro del viaje de noche y tomen en serio las precauciones pertinentes. Dios no nos concedió más que una vida. Nos la dio en usufructo, pero El se quedó con la propiedad. No aten– temos contra esta sagrada propiedad de Dios. No jugue– mos alegremente con la unica vida que se nos ha con– cedido. 313 El taxista: ¿Que corro demasiado? ¿No ha dicho usted que quería llegar con urgencia a la clínica quirúrgica? El pasajero: Sí, señor; pero no para quedarme allí. .. 314 Recuerdo que en enero del 47 los periódicos publica– ban la noticia de que en el mundo había unos cuarenta

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