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110 P. David de la Calzada 308 Con la repetición de los hechos, aunque sean trage– dias, parece que vamos perdiendo la sensibilidad y el miedo. Terminamos por acostumbrarnos hasta a ver muertes, y ya casi no les damos importancia ni a las ci– fras escalofriantes de los caídos en la carretera. Claro que esto ocurre cuando la muerte es la de los demás. ¿Es que nuestra muerte la vemos tan lejos como para perderla de vista? Lo que ocurrió a tantos otros, ¿por qué no puede ocurrirte a ti, si eres tan imprudente como ellos? Aquí no hay acepción de personas. Y el que la hace una y otra vez, termina un día pagándola una vez por todas ... 309 En sólo cinco años, del 70 al 74, ambos inclusive, según estadísticas de la Federación Internacional de Ca– rreteras, han caído en las carreteras de Alemania Occi– dental 87.000 muertos y 2.500.0000 heridos. En las de Francia, 76.529 muertos y 1.240.000 heridos. En las de Inglaterra, 37.257 muertos y 1.300.000 heridos. En las de Italia, 51.710 muertos y 922.000 heridos. En las de Suiza, 8.000 muertos y 175.000 heridos. En las carreteras es– candinavas, 5.600 muertos y 113.000 heridos. Al oír cifras tan abultadas de heridos y muertos no$ imaginamos más estar escuchando los efectos de una guerra devastadora, que de un alegre paseo por las ca– rreteras y autopistas del mundo. Las carreteras parece que se han convertido en campos de batalla. 310 Nosotros, los españoles, también tenemos coches y también tenemos carreteras. Y por ellas corren, ade– más de los coches nacionales, los de más de treinta millones de turistas extranjeros que nos visitan cada

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