BCCCAP00000000000000000001349

«Stop» a la muerte 107 de una persona? Yo sólo conozco una: Salv'arle el alma y asegurarle la eterna felicidad. Esto ya lo he procura· do hacer a lo largo de mi ministerio apostólico, ampiiR– do a la prensa y a la radio. Ahora, con estas reflexiones, sin olvidar la vida de las almas, intento salvar, además, las de los cuerpos. En una palabra, prolongar con la vida, las mil oportuni– dades de asegurar la otra que no terminará jamás. Viva mos aquí dignamente nuestra vida de desterrados para lograr vivir eternamente en el cielo. Si esto no, ¿para qué vivir? En realidad no valdría la pena. 302 Los primeros automóviles que salieron de las fábri– cas fueron la admiración de los doctos y el pasmo de los sencillos. Se debió repetir muchas veces la escena in– genüa del lugareño preguntando al maestro, al cura o al secretario: «¿Dónde van metidos los caballos que ti– tiran por esos coches?». Desde entonces ya no sólo hemos visto correr por tierra coches sin caballos. Hemos visto enormes avio– nes, también sin caballos, volando por los cielos. Todo lo ha conseguido el genio del hombre explotando mate– rias y energías que Dios providente sembró en el seno de la naturaleza. Pero hay una cosa que el genio del hombre no ha logrado aún: Que no haya accidentes en los coches, ni explosiones ni caídas en los aviones. La técnica no ha lleg'ado a tanto . . Pero donde no ha llegado la técnica, llega Dios. De Dios es la tierra, de Dios es el aire, de Dios es el mar y de Dios somos los hombres. Antes de iniciar un viaje, pongamos nuestras vidas en las manos de Dios ... Sólo él puede evitar ~ccidentes, explosiones y caídas ...

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz