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«Stop» a la muerte 105 quedar tranquilo y ahorrarte preocupaciones para luego, que te resultará más incómodo y quizá imposible. 295 La distancia de cuatro o cinco kilómetros de la igle– sia puede excusar de la obligación de oír misa el do– mingo, si es que hay que ir a pie. Todavía puede excu– sar una distancia bastante menor si el camino es muy malo, si la persona está muy delicada o si hace muy mal tiempo. Pero, ¿podrán acogerse a esta mitigación los que tienen un coche a la puerta para ir a cualquier sitio gra– to sin acordarse para nada del precio de la gasolina? 296 Los seguros de vida exigen una póliza costosa. El gran seguro de vida eterna no cuesta dinero. No te sien– tes jamás al volante en pecado mortal. Sería una teme– ridad. Siempre en gracia de Dios, y estarás a cubierto, en caso de accidente, del riesgo de los riesgos, que sería el de la condenación de tu alma. Un acto de con– trición antes de arrancar te solucionará la papeleta. 297 La frivolidad y ligereza de muchos ante el volante da la triste impresión de que la vida propia y la de los demás no les importan un pepino. Si es así, nos encon– tramos ante unos criminales e irresponsables, tan per– niciosos para la sociedad como los asesinos o los terro– ristas. la sociedad tiene que hacer algo serio por de– fenderse de éstos, sus auténticos enemigos, como hace por defenderse de los otros. Lo exige el bien común. 298 El viaje en coche es velocidad que aleja y acerca.

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