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102 P. David de la Calzada pello, pisan más fuerte y se amparan en la impunidad de la fuga dejando a su víctima abandonada sobre el asfalto. Para éstos no hay otro calificativo que «crimi– nales por partida doble». 285 ¡Qué dulce, al regreso, el abrazo de la esposa y los besos de los niños! Conductor: No te prives de ese ine– fable placer provocando, con tu imprudencia, un día tris– te sin regreso ... 286 Cuando un autocar marcha vacío, el conductor tiene la responsabilidad de velar por su propia vida y por la integridad del coche que se le ha confiado. Pero cuan– do el autocar lleva sesenta personas, son sesenta vidas las que pesan sobre la conciencia del conductor. Y si un autocar y una vida valen lo suyo, no hay que decir lo que valen sesenta vidas que se han confiado a un hombre y que penden de su pericia y prudencia. ¡Es para encomendarse a Dios antes de empuñar el vo– lante!. .. 287 Los conductores prudentes, antes de iniciar un viaje, sobre todo si éste es largo, hacen una minuciosa ins– pección del coche para ver si está en condiciones. En cuanto posible, hay que prevenir el peligro. Pero, ¿cuán– tos de esos conductores hacen un diligente examen de conciencia antes de coger el volante para ver si su alma está en condiciones de enfrentarse con el más allá, en el caso de que una muerte imprevista les salga al ca– mino?

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