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DIVERSAS CLASES DE APOSTOLADO CAPUCHINO 53 encontraron con D. Francisco Santillana y Argote, gobernador que había sido de la isla de Margarita, y les dio noticias de los indios cuma– nagotes y de la necesidad que tenían de ser evangelizados, y les pidió que se dirigieran a Cumaná.° 6 J Allí fueron a probar fortuna, y allí se quedaron trabajando con ilusión en la evangelización de estos indígenas. Los capuchinos veían con gozo la puerta abierta para trabajar apos– tólicamente en América, pero bien pronto se cerró. Ante la muerte de Fray Francisco de Pamplona, el 31 de diciembre de 1651, Felipe IV expedía una cédula en virtud de la cual se ordenaba al P. Lorenzo de Magallón y al P. Antonio de Monegrillo dejar aquellas tierras y regresar a la patria. Ante esta nueva contrariedad no se acobardó el P. Lorenzo de Maga~ llón. Como buen aragonés, durante dos años luchó con tesón, presen– tando memoriales y súplicas al rey, hasta que salió triunfador consi– guiendo de Felipe IV una cédula con fecha de 20 de enero de 1657, por la que se le autorizaba volver a la tierra de Cumaná, acompañado de cinco religiosos.O 7 l De esta forma, los capuchinos aragoneses pudieron iniciar oficial y definitivamente su apostolado, en los primeros meses de 1658, en uno de los territorios más importantes de la actual Venezuela, la antigua provincia de Cumaná. Del convento capuchino de Zaragoza y de otros de la región arago– nesa, fueron no menos de 230 los religiosos que ejercieron su apostolado misionero en Cumaná. También había algunos que procedían de las Provincias Capuchinas de Navarra, Cataluña y Castilla. Una de las tareas más arduas que emprendieron los misioneros fue la civilización y promoción humana de aquellos indígenas, agrupándolos en pequeñas poblaciones. La construcción de un pueblo suponía la edifica– ción de viviendas sencillas para sus habitantes; la iglesia para el culto y la escuela para la formación. El P. Buenaventura de Carrocera ha recogido una lista de 49 pobla– ciones construidas por los capuchinos aragoneses, que ponen de manifiesto la gran labor civilizadora y social de los misioneros. Cada población era bautizada con un nombre religioso. Una de ellas se llamaba "Ntra. Sra. del Pilar", fundada el 1 de marzo de 1662 por el P. José de Nájera. Otra labor propia del misionero fue la promoción cultural, por medio de la enseñanza a leer y escribir proporcionada en las escuelas. (ló) LORENZO DE MAGALLON, «Memorial. .. » (Archivo General de Indias, Santo Domingo, 641). U7 ) Cédula de Felipe IV. El Pardo 20 de enero 1657. (AGI, Santo Domingo, 641).
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