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DIVERSAS CLASES DE APOSTOLADO CAPUCHINO 49 Con el permiso del Superior Provincial de Aragón, diez capuchinos se quedaron a vivir con los apestados en el Castillo, dando muestras heroicas de amor al prójimo. En este castillo había unos 30 enfermos graves y 80 convalecientes. En la villa de Albalate murieron víctimas del contagio unas cuarenta personas, y entre ellas figuraban los capu– chinos P. Francisco de Miedes y el P. Lucas de Borja. Otros religiosos como el P. Antonio de Fraga, el P. Diego de Zar_agoza, Fray Francisco de Valtierra y Fray Ignacio de Pamplona, cayeron también enfermos, pero sanaron. 02 l Dentro de estas actividades caritativas y sociales está la atención y ayuda a los pobres. Las primitivas Constituciones de la Orden Capuchina ordenaban a los frailes pedir limosna para los pobres en tiempos de carestía. Con el tiempo se fue suprimiendo este precepto, pero subsistió el mandato de que las limosnas abundantes o superfluas de los conventos fueran distri– buidas entre otros conventos más necesitados y entre los pobres. De aquí se deduce que en el convento capuchino de Zaragoza, jamás se rehusó dar la limosna de pan a los pobres y el tradicional plato de sopa caliente, costumbres propias de siglos pasados. Hoy esta forma de caridad ha sido sustituida por dignos "comedores de pobres". Otro dato que puede figurar como obra social es el que encon– tramos en el censo que se hizo en 1723 sobre la ciudad de Zaragoza, en el cual se dice que el convento de capuchinos contaba con 40 reli– giosos y 20 pelaires. La profesión de pelaire destacaba como la más representativa entre las que se ocupan de la lana. El oficio consistía en cardar la lana, dejándola limpia. Parece que los capuchinos tenían insta– lada en los locales conventuales una sencilla industria textil. ¿Con qué finalidad? ¿Podría ser como un medio más de subsistencia al igual que la huerta? ¿O quizás era una obra de promoción social para gente humilde? Me inclino más a pensar en esto último, dado el gran amor a los pobres y el poco afán de lucro que siempre ha existido en los capuchinos. Finalmente, otro rasgo de caridad y servicio al pueblo es el apostolado castrense. Los tiempos de guerra siempre han estado presentes a lo largo de estos siglos. A veces eran las autoridades quienes pedían a los capu– chinos este ministerio de Capellán Militar, y otras veces, ellos mismos se ofrecían con deseos de hacer el bien espiritual entre las tropas. Uno de estos capellanes militares fue el P. Francisco de Tarazana. Antes de ingresar en la Orden Capuchina de Aragón se llamaba Fran– cisco de Angulo y Silos, y pertenecía al noble linaje de los Condes de Torrubia. Unido en matrimonio con Doña Hipólita Agustín, ambos 0 2 ) V. BARDAVIU PONZ, «Historia de la antiquísima villa de A/balate del Arzobispo», Zaragoza, 1914, págs. 655-660.
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