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CAPITULO III DIVERSAS CLASES DE APOSTOLADO CAPUCHINO !ELES al espíritu de San Francisco de Asís que mezclaba la alta contemplación con el anuncio del evangelio y el servicio activo a la Iglesia, los capuchinos no se quedaron encerrados en sus pobres cenobios. Fueron muchos y variados los ministerios apostólicos que desarrollaron. Sin embargo, toda su actividad pastoral se realizó con unos métodos propios de aquel siglo XVII-XVIII en que vivían, muy distintos de nues– tros tiempos. El historiador aragonés Antonio Durán Gudiol nos hizo una radio– grafía de los elementos que configuraban la vida religiosa de Zaragoza y Aragón en esta época. Dice: «Acaso la acción más fecunda de la iglesia aragonesa, a partir del Barroco, sea la pastoral tendente a promover la piedad popular en una nueva concepción de la vida. La Liturgia quedaba reducida a simple ritualismo, rico ciertamente en valores artísticos, pero localizado en las catedrales. La misa se mantenía en la religiosidad popular como un acto puramente mágico y lejos de la comprensión del pueblo. Doctrinalmente se insistía en los Novísimos: Muerte, juicio, infierno y gloria. Y en cambio, la figura de Cristo quedaba limitada a los misterios de la Navidad, el Calvario y la Eucaristía, y quedaba difuminada detrás de una exuberante devoción hagiográfica: Los santos oscurecían el misterio cristiano. Los templos se conver– tían, valga la frase, en grandes almacenes de santos y santas . La moral cristiana quedaba encerrada en el sexto mandamiento, destacándose los tres grandes enemigos del alma: mundo, demonio y carne. Estaba vigente la obligación de oír misa los domingos y festivos, pero el tiempo de su celebración era aprovechado para el rezo de prácticas devotas ajenas al misterio.
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