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30 PRESENCIA ANTIGUA (1598-1835) También fue una insigne bienhechora de los capuchinos Doña María Carnicer, esposa del Sr. Diego Savero. El convento estaba dedicado a San Juan Bautista y su sello representaba la imagen del santo en actitud de administrar el bautismo. Los capuchinos profesaban una gran devoción a la figura de San Juan Bautista por su espíritu austero, pobre y profético. Ante la dificultad de encontrar datos concretos para describir la construcción de este convento, tengo que afirmar que los capu– chinos construían sus edificios conventuales con el mismo estilo y medidas que ordenaban las Constituciones Capuchinas de aquella época. Por eso, fundamentándome en aquella legislación, voy a describir algunos detalles que sin duda alguna configuraban este primer convento capuchino de Zaragoza, al igual que otros ante– riores construidos en Cataluña y Valencia. El edificio constaba de dos pisos, formando un cuadrilátero casi perfecto. Tres lados del convento estaban destinados a habitaciones para los religiosos y salas para los diversos oficios de la casa: cocina, comedor, biblioteca, sastrería, enfermería, calentador, etc. En el centro del cuadrilátero había un pozo, como todavía se conserva en el convento capuchino de Ntra. Sra. de Cogullada de Zaragoza, que más adelante describiremos. El pozo estaba en medio de un jardín y alre– dedor había un claustro bajo, con su sencilla y típica galería de arcos cerrados con ventanales. Aunque los muros del edificio eran sólidos, todo rezumaba esa pobreza radical por la que los capuchinos habían optado desde su Reforma. El material más rico era el ladrillo y alguna piedra de sillería en las esquinas de las paredes. Los pasillos estrechos, las habitaciones pobres y austeras con una diminuta ventana. No hay duda que en la construcción de la iglesia se siguió al pie de la letra la prescripción de las Constituciones Capuchinas: «Nuestras iglesias sean pequeñas, pobres, pero devotas y limpísimas y no las quieran tener grandes para predicar en ellas». Esas dimensiones solían ser de 20 metros de largo, 1Ode ancho en el crucero y 15 de alto. Constaba de una sola nave y de varias capi– llas laterales que comunicaban entre sí. El estilo arquitectónico era de un renacimiento sencillísimo. El Papa Benedicto XIII solía proponer como modelo las iglesias de los capuchinos, « ... en las cuales, -decía- resplandece suma pobreza unida a la máxima limpieza».
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