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FRATERNIDAD DE SAN ANTONIO DE PADUA (1945) 161 Villalba, como los del Escorial. Las vidrieras, de la casa A. Maumejean de Madrid. Los mosaicos, de la fábrica de Pascual Monguilod de Ejea de los Caballeros, y para la calefacción de la iglesia se emplearía el sistema Schneider, calefacción subterránea de aire caliente. Según el proyecto, las obras costarían cuatro millones de pesetas. Bendición de la primera piedra. El domingo 3 de mayo de 1942 se procedió a la colocación y bendición de la primera piedra del mausoleo, aunque con anterioridad se había colocado la primera piedra de la iglesia y estaban echados ya sus cimientos. El investigador Víctor Azagra dice que a pesar de que las autoridades italianas dieron aviso de que podían dar comienzo las obras sin ceremonial alguno para la cimentación del templo, sin embargo, el Provincial de los capuchinos con la comunidad de San Antonio "callandico y despacico" como se canta en la jota, una mañana de febrero bendijo las obras, y en la zanja de la cimentación del ábside o camarín, se enterró una cajita de plomo, en cuyo interior se puso unos papeles con la fecha del día y un ejemplar del diario zaragozano "El Noti– ciero", con otro ejemplar de la revista "El Mensajero de San Antonio", corres– pondiente a aquel mes y año. Luego, se rezó unas oraciones en latín y con el hisopo bendijo los terrenos sobre los que se iba a edificar el templo. Toda una ceremonia humilde y sencilla al estilo de Francisco de Asís. En cambio, la bendición de la primera piedra del monumento a los italianos se celebró, según las crónicas con gran esplendor. Eran las once y media de la mañana de aquel 3 de mayo de 1942. El paseo del General Mola y el tramo del parque Pignatelli estaban adornados con banderas y gallardetes de los colores italianos y españoles. Ante el recinto estaba formado un piquete de "carabineri" y una compañía del Regimiento de Infantería Nº 52 con su escuadra de gasta– dores, bandera y banda de música, a fin de solemnizar el acto y rendir honores a las autoridades. En el altar presidido por la imagen de San Antonio de Padua y una maqueta del monumento e iglesia, todo esto adornado con las banderas italianas y españolas, iba a tener lugar la solemne ceremonia. Ante este improvisado altar se colocaron en siete sillones las autoridades religiosas y civiles: El Nuncio de Su Santidad, Mons. Gastano Cicohnani, el general D. Fidel Dávila, el Arzobispo de Zaragoza D. Rigoberto Domenech, el ministro plenipotenciario marqués de Rialp, en representación del señor ministro de Asuntos Exteriores Serrano Súñer; el general de la 5g Región Militar D. José Monasterio y el Obispo de Huesca D. Lino Rodrigo. Tras ellos se situaron otras autoridades y jerarquías, entre ellos se encontraban los Sres. Eusa, Cabasés, Ángel Asía, el barón de Benasque,
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