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PRÓLOGO Los Padres Capuchinos llegaron a Zaragoza el año 1598. Cuatro– cientos años de presencia en esta ciudad les hacen testigos de aconteci– mientos importantes en el campo social, político y religioso. Cuatro– cientos años en los que estos religiosos, seguidores de San Francisco de Asís, «el hermano universal» y «evangelio viviente», han aportado su carisma de humildad, pobreza, alegría y minoridad. Pero, a su vez, ellos han sido enriquecidos por los valores propios de los hombres y mujeres de esta tierra aragonesa: la sencillez, la acogida, la generosidad, la nobleza, el empeño ... Así sucede siempre en la tarea evangelizadora. La Iglesia es «evange– lizadora y evangelizada». La Iglesia de Dios que peregrina en Zaragoza, especialmente las comu– nidades cristianas de Torrero, dan gracias a Dios por la labor realizada por los Padres Capuchinos y siguen esperando y necesitando su carisma en bien de la evangelización. El P. Luis Longás Otín, Capuchino, se ha dedicado desde hace años a investigar las huellas dejadas por sus hermanos capuchinos en Aragón. Este trabajo de investigación lo ha ido haciendo en sus ratos libres, ya que su principal dedicación ha sido el trabajo pastoral parroquial. Ha trabajado en las dos parroquias que los Padres Capuchinos tienen en Torrero: San Antonio y San Francisco de Asís. En esa labor evangeliza– dora ha dejado los mejores años de su vida. Es un religioso sencillo, cercano a la gente, acogedor, tiene el gran don de la escucha y sabe poner paz en todas las situaciones de la vida, desdramatizando todo aquello que los humanos, y la misma vida, hacen que aparezca como angustioso y complicado. Es muy querido y respetado por todos sus feligreses.

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