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116 PRESENCIA NUEVA (1929-1998) goza, a la que pertenecían la mayoría de las parroquias, y la de Huesca, a la que únicamente pertenecía Santa Engracia, cuyo territorio se extendía hasta el final del barrio de Torrero. A la labor parroquial de estas parroquias se unía el servicio de las Ordenes e Institutos Religiosos. Por aquella época en Z,iragoza estaban presentes diecinueve Institutos de religiosos, dedicados casi exclusiva– mente a la enseñanza, ya que dirigían once colegios. Y ;ior parte de las religiosas, había doce conventos de monjas contemplativas, veinte de enseñanza, treinta dedicadas a la beneficencia, cinco de diversas activi– dades y otras siete iglesias de culto. La realidad es que eran pocos los religiosos entregados de lleno al ministerio sagrado, y como consecuencia,. el tanto por ciento de los aragoneses que cumplían con los deberes religiosos no e:a muy elevado. Unas seis Ordenes religiosas buscaban con ilusión introducirse en la ciudad, entre las cuales estaban los capuchinos. Es lógico que digamos algo de aquel primitivo barrio de Torrero en el cual se iban a instalar los capuchinos. El llamado se-:tor de Torrero comprendía una amplísima zona de la parte sur, desde la plaza del Paraíso hasta el cementerio. Exceptuando el actual paseo Sagasta que tenía aires de casas residenciales, el resto eran tierras de labor, salpicadas de casas sencillas que formaban el barrio, y aisladas por viñedos, oivares y trigales. Por lo que hoy es paseo Cuéllar, circulaban entre caminos polvorientos las galeras de trigo, arrastradas por animales. Todo estaba sin asfaltar. Resulta difícil calcular la población que tenía este barrio de Torrero. Hay quien se inclina por unos cinco mil, y otros apuntan mucho más alto. La mayoría era de condición modesta: pequeños propietarios, comerciantes, media docena de artesanos y muchos obreros que traba– jaban en la fábrica de "Hijos de Dámaso Pina", en la de 'Lanas Herrero", en "Zaragoza Industrial" y en la de "Yesos López". A nivel de educación estaba la escuela pública de "Pedro Joaquín Soler", los Hermanos de La Salle y los colegios de la Milagrosa y Villa– hermosa. La situación en el aspecto religioso era más deficiente. En todo este amplio sector no había otra iglesia que la de Santa 3ngracia, ya que la capilla de "Zaragoza Industrial" era un oratorio público, pero quedaba reservado casi exclusivamente al servicio del personal de la fábrica; y por otra parte, la iglesia de San Fernando no tenía culto. 2. LA FUNDACIÓN EN TORRERO. Como hemos narrado en la primera parte, la presencia de los capuchinos había desaparecido tristemente de Zaragoza y Aragón con la Ley de Desamor– tización en el año 1835. El primer intento de restaurarla lo realizó infructuosa-
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