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108 PRESENCIA ANTIGUA (1598-1835) - Casimiro Garralaga y Clavería, cap. residente en Zaragoza. - D. Timoteo Lorente y García, cap. residente en Lumpiaque. - D. Joaquín Millán y Andreu, cap. residente en Zarc_goza. - D. Santiago Miguel y Burillo, cap. residente en LuE::os. - D. Blas Liman, cap. residente en Berbedel. - D. Manuel Tello y Andrés, cap. residente en Obon__ 5. INTENTOS DE RECUPERAR LA PRESENCIA DE LOS CAPUCHINOS EN ZARAGOZA. Durante muchos años se fueron haciendo gestiones por parte de todos los religiosos para recuperar su presencia en las diverrns ciudades y pueblos de España. El momento oportuno llegó a poco de ser proclamado Alfonso XII rey de España en 1875. El 30 de junio de 1876 se daba a la nación españcla una nueva constitución; y en ella se reconocían muchos derechos muy esperan– zadores. Entre ellos el de asociación. Se permitían los l.ctos públicos de culto, las manifestaciones externas de la religión, como proce– siones, etc. Todo presagiaba que llegaba la hora propicia :;:iara la restau– ración de los conventos. En el verano de 1876 el capuchino P. Bernabé de Astorga, resi– dente en Bayona, hizo viaje a Madrid, se percató del h..1en ambiente social y político, y antes de regresar, se puso en contacto :on el Obispo de Málaga para tratar de conseguir el convento capuchino de Ante– quera. Como las cosas marchaban bien, solicitó oficialmente su peti– ción al rey; y el 11 de enero de 1877 se recibió la contestación real por la que se autorizaba a establecer en él una comunidad d'= capuchinos. Hechos los oportunos preparativos, el 19 de marzo se nmó posesión de dicho convento. Al mismo tiempo, se hicieron las mismas gestiones pera restaurar el convento de Sanlúcar de Barrameda; y el 18 de junio de 1877 se obtuvo el permiso real. De esta forma se fue extendiendo poco a poco la restau– ración de la Orden capuchina en España. Uno de los capuchinos que más destacó en este empeño fue el Venerable P. Esteban de Adoáin. Este extraordinario capuchino, cuya beatificación se espera con ansiedad, nació en el pequeño pueblo de Adoáin (Navarra), el año 1808. A los 20 añ::>s ingresó en el noviciado capuchino de Cintruénigo, donde profesó con el nombre de Fray Esteban de Adoáin. El 22 de diciembre de 1832 recibió la ordenación sacerdotal, pero a los pocos años, tuvo que sufrir las consecuencias de la Ley de la Desa– mortización. Ante la supresión de los conventos en to:ia España, se
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