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LOS CONVENTOS CAPUCHINOS DE ARAGÓN 23 -El huerto, indispensable para el sustento de los religiosos y lugar de recrea– ción. -El bosque, próximo a la huerta, como lugar de oración personal para los reli– giosos y de descanso en las estaciones del caluroso verano. Los 19 conventos capuchinos de Aragón tuvieron estos rasgos generales según la legislación de la Orden. El convento capuchino de Zaragoza fue puesto bajo la advocación de la Virgen del Pilar, aunque el titular de la iglesia y conven– to fue san Juan Bautista. De ahí la diferencia entre la Patrona de la Provincia y el Patrono de la iglesia conventual. El sello conventual representaba la imagen del Santo en actitud de administrar el bautismo. 4. El convento de San Juan Bautista, sede provincial Los capuchinos de Aragón comenzaron a vivir su carisma bajo un horario estricto que giraba en torno a estos elementos: Una vida espiritual intensa a base de muchos tiempos de oración; trabajo en casa y por los pueblos median– te la predicación; la limosna por las casas para ayudar al mantenimiento de los religiosos, y el descanso. De este primer convento salieron numerosas vocacio– nes para la vida capuchina, por lo cual en pocos años se fundaron hasta seis conventos en otras poblaciones aragonesas, y el Capítulo General de la Orden Capuchina, celebrado el 23 de mayo de 1608, acordó erigir Aragón en provincia independiente de Cataluña. La Curia Provincial se instaló en este convento de Zaragoza, coordinando y animando la vida del resto de los conventos de Ara– gón. 5. El convento convertido en hospital El año 1652 una terrible peste azotó la ciudad de Zaragoza. Las autoridades pidieron a los Capuchinos que les dejasen el Convento para convertirlo en hos– pital, a lo cual accedieron gustosamente, llenos de caridad para con los enfermos. La enfermedad era muy contagiosa, pero los Capuchinos se dedicaron a prestar toda clase de ayuda a los enfermos. Entraban en las casas y, tras quemar ropas y enseres para evitar el contagio, cargaban sobre sus hombros a los apestados y se los llevaban al Convento, convertido en Hospital. Dice el historiador José M. Lacarra: «... de unos 4.000 enfermos recogidos que entraron en el hospital de Capuchinos, murieron más de 2.500. A no ser por estos religiosos, hubiera perecido sin duda alguna, media ciudad, porque fue un milagro el haber hecho estos frailes, en tan poco tiempo, tantas cosas en favor del pueblo zaragozano». Según las estadísticas, la peste produjo 7.000 muertos, cuando Zaragoza sólo contaba con 30.000 habitantes. Los 2.500 que murieron

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