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LOS CONVENTOS CAPUCHINOS DE ARAGÓN 185 lanzando con sus piedras insultos y desprecios. Ante esta situación el goberna– dor civil de Zaragoza tuvo que enviar algunos agentes de la policía a pernoctar en el convento a petición de los religiosos. Unos días después, el Superior de esta Fraternidad creyó oportuno el pro– veer a todos los religiosos de un traje seglar ante el posible caso de tener que huir. Ante las noticias alarmantes de que la chusma intentó pegar fuego al seminario Conciliar y al Palacio episcopal, muchos amigos comenzaron a ofre– cer a los capuchinos sus coches y sus pisos donde alojarse, pero ellos perma– necieron valientes en el convento. La Guardia Civil pernoctaba con frecuencia con ellos. Con el paso de los meses los peligros de la revolución crecían. En la mañana del 24 de junio de 1933 aparecieron incendiadas las tapias de madera que rode– aban el solar de los capuchinos destinado a la construcción de la futura iglesia. Y otra mañana del 9 de noviembre del mismo año, mientras el P. Cristóbal de Eraul estaba confesando en la capilla y se celebraba la misa, cuatro desalmados pene– traron en el templo, lanzando varias botellas de líquido inflamable, explotando una de ellas, hasta producirse un incendio que fue apagado por los mismos reli– giosos, ya que se les impidió llegar a los bomberos. Algunos capuchinos que se aventuraron a salir a la calle para llamar por telé– fono, corrieron serio peligro. Los pistoleros hicieron descarga sobre Fray Ambro– sio junto a la puerta de don Pedro Luna, y otro de ellos persiguió al P. Cristóbal, disparando sobre él, hasta que logró salir ileso cobijándose en casa de un amigo. Lo admirable de estos capuchinos en medio de la violencia revolucionaria es la fidelidad a su vocación y al ministerio sacerdotal. La capilla de San Anto– nio siguió abierta al culto y las asociaciones prosiguieron su marcha. Dice el cronista: «Ejercemos hoy los mismos ministerios que antes y en la misma forma. Se asiste a los .enfermos del barrio y de los barrios Colón, San José y Ruiseñores. Se les administra públicamente los sacramentos sin temor a las burlas y atropello y a todas las horas del día y de la noche. Otro tanto cabe decir de la capilla que no se ha interrumpido ni un solo día y por el contrario, se han intensificado con la mayor frecuencia de sacramentos que se observa y con la asistencia más nume– rosa a las funciones por parte del público piadoso tanto del barrio como de la ciudad». El segundo acontecimiento político fue la explosión de la guerra civil espa– ñola en 1936, que también tuvo sus grandes repercusiones en Zaragoza. No obstante, si los capuchinos no se habían acobardado ante la violencia persecuto– ria de los republicanos, tampoco lo hicieron con esta guerra. Parece que San Antonio les protegía y manifestaba una vez más su poder taumatúrgico. Ellos siguieron desarrollando sus ministerios y actividades apostólicas.
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