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176 CONVENTO DE SAN FRANCISCO DE ASÍS EN ZARAGOZA La realidad es que eran pocos los religiosos entregados de lleno al ministerio sagrado, y como consecuencia, el tanto por ciento de los aragoneses que cum– plían con los deberes religiosos no era muy elevado. Unas seis Ordenes religio– sas buscaban con ilusión introducirse en la ciudad, entre las cuales estaban los capuchinos. Es lógico que digamos algo de aquel primitivo barrio de Torrero en el cual se iban a instalar los capuchinos. El llamado sector de Torrero comprendía una amplísima zona de la parte sur, desde la plaza del Paraíso hasta el cementerio. Exceptuando el actual paseo Sagasta que tenía aires de casas residenciales, el resto eran tierras de labor, salpicadas de casas sencillas que formaban el barrio, y aisladas por viñedos, olivares y trigales. Por lo que hoy es paseo Cuéllar, circula– ban entre caminos polvorientos las galeras de trigo, arrastradas por animales. Todo estaba sin asfaltar. Resulta difícil calcular la población que tenía este barrio de Torrero. Hay quien se inclina por unos cinco mil, y otros apuntan mucho más alto. La mayo– ría era de condición modesta: pequeños propietarios, comerciantes, media docena de artesanos y muchos obreros que trabajaban en la fábrica de "Hijos de Dámaso Pina", en la de "Lanas Herrero", en "Zaragoza Industrial" y en la de ''Yesos López". En el ámbito de educación estaba la escuela pública de "Pedro Joaquín Soler'', los Hermanos de La Salle y los colegios de la Milagrosa y Villahermosa. La situa– ción en el aspecto religioso era más deficiente. En todo este amplio sector no había otra iglesia que la de Santa Engracia, ya que la capilla de "Zaragoza Indus– trial" era un oratorio público, pero quedaba reservado casi exclusivamente al ser– vicio del personal de la fábrica; y por otra parte, la iglesia de San Fernando no tenía culto. 2. Fundación del convento capuchino Los capuchinos sintieron con el paso de los años la necesidad de conseguir su entrada en Zaragoza, donde habían vivido durante varios siglos hasta la Desamortización. Las primeras gestiones comenzaron en 1924. El Superior Pro– vincial, P. lldefonso de Ciáurriz, comienza a cartearse con el Obispo de Huesca, el agustino Fray Mateo Colom y Canals, exponiéndole sus proyectos. El día 4 de marzo de 1924 pedía autorización para fundar una residencia en el término de la Parroquia de Santa Engracia, obteniendo a los dos días el beneplácito del Prelado de Huesca. La fundación comprendería dos casas, una en el casco de la ciudad y otra en alguno de los barrios. Sin embargo, surgieron dificultades serias que impidieron su realización, ya que varias Ordenes Religiosas pretendían fundar en Zaragoza.

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