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172 CONVENTO DE LOS CAPUCHINOS EN HIJAR 7. Capuchinos Hijaranos Del trato y buen ejemplo de los capuchinos de Híjar algunos jóvenes abraza– ron la vida capuchina. Recordamos por ejemplo estos dos: Fray Francisco de Hijar. Se llamaba Carmelo Cante Lázaro. Nació en Híjar el 17 de julio de 1884, hijo de Manuel y Juana. Tomó el hábito capuchi– no en Sangüesa el 26 de agosto de 1906, cambiando su nombre de pila por el de Fray Francisco. El 7 de agosto de 1920 salió de España para ir a la misión de Argentina, donde trabajó sin descanso en la adquisición de mate– riales para la edificación de varios conventos de Mar de Plata, Villa Elisa y San Francisco de Llavallol. La santería del santuario de Nueva Pompeya, una de las iglesias más populares de Buenos Aires, le es deudora de su creciente prosperidad. Allí murió el 8 de julio de 1957, a los 73 años de edad y 53 de vida religiosa.1 51 Fray Lorenzo de Hijar. Se llamaba José Ferrer Almudí, hijo de Pablo y María Antonia. Nació el 31 de mayo de 1875. Ingresó en la Orden Capuchina con su paisano Fray Francisco, tomando el hábito en el convento de Sangüesa el 26 de agosto de 1906. Se distinguió mucho por su espíritu franciscano de humildad, sencillez y amor a los pobres. Los últimos años de su vida los pasó en el conven– to de San Francisco de Asís de Zaragoza. Mucha gente de este popular barrio de Torrero todavía recuerda su amabilidad en el oficio de portero, el cariño con que repartía la comida a los niños del comedor de los pobres, los panecillos y limos– nas que daba a los necesitados. Falleció el 11 de abril de 1944 en este convento de Zaragoza. 8. Triste final del convento de Híjar Noche del 29 de julio de 1936. El dia anterior habían visto los capuchinos que piquetes revolucionarios pegaban fuego a la iglesia parroquial de Híjar, a la iglesia de San Bias y el Calvario. Pronto les iba a tocar a los capuchinos. El dia 29 de julio todavía celebraron la misa en la iglesia y, después de recoger algunos objetos sagrados, buscaron el modo de esconderse ante el peligro de muerte. A la noche comenzó el incendio de la iglesia y convento. Los capuchi– nos salvaron sus vidas, excepto Fray Egidio de Mondragón que fue fusilado junto a las tapias del cementerio. Y allí quedaron las ruinas que todavía sub– sisten. 5. Crispín de Riezu, "Necrologio de los Frailes Menores Capuchinos de Navarra-Cantabria- Ara– gón", Pamplona, 1958.

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