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LOS CONVENTOS CAPUCHINOS DE ARAGÓN 13 PRESENTACIÓN La Provincia Capuchina de Aragón tuvo su origen bajo el influjo expansivo de la Provincia de Cataluña. Fue en octubre de 1597, cuando el Capítulo Provincial de Cataluña determinó la fundación de un convento en Zaragoza, con la intención de que sirviese de camino para llegar hasta la Corte. Realizadas las gestiones, el 12 de mayo de 1598 consiguieron la licencia del arzobispo de Zaragoza don Alonso de Gregario para fundar dicho convento. La presencia de los capuchinos en tierra aragonesa se fue extendiendo con tal rapidez que el Capítulo General de la Orden, celebrado el 23 de mayo de 1608, acordó erigir Aragón en provincia independiente de Cataluña. Contaba en aque– lla fecha con seis conventos: Zaragoza, Calatayud, Huesca, Caspe, Tarazana y Pamplona. Ytenía un total de 108 religiosos. En julio de 1609, bajo la presidencia del General de la Orden, Jerónimo de Castelferretti, se celebró el primer Capítulo Provincial en Zaragoza, siendo elegido Superior de Aragón el Padre Hilarión de Medinaceli. Esta Provincia siempre tuvo por Patrona yTitular a la Virgen del Pilar, cuya efi– gie figuraba en el sello oficial, teniendo arrodillados a sus plantas al apóstol San– tiago; en traje de peregrino, y a San Francisco de Asís en actitud de rezar el rosa– rio. Con el correr de los años la Provincia Capuchina de Aragón fue fundando conventos no sólo en tierra aragonesa, sino que se hizo presente en las pobla– ciones navarras de Tudela, Peralta, Cintruénigo y Los Arcos, y en la villa guipuz– coana de Rentería. Por muchas razones se veía la necesidad de una división, y fue el Capítulo General del 2 de junio de 1656 quien acordó que los conventos de Navarra y Guipúzcoa formasen una Custodia regida por un Comisario General con todos los derechos. Más tarde, el 10 de enero de 1679, el Papa Inocencia XI confirmó con un breve la erección en Provincia, denominada oficialmente «Nava– rra-Cantabria». Realizada esta división entre navarros y aragoneses, se observa que la Provin– cia de Aragón no siguió en su afán de aumentar el número de conventos. Sólo se realizaron dos. Una coyuntura singular ofreció a los capuchinos aragoneses la oportunidad de fundar un convento en Palma de Mallorca. Aceptaron el com– promiso en 1669 y, después de vencer muchas dificultades, al fin pudieron insta– larse en Palma el 9 de septiembre de 1677. Lo extraño es que este convento, a
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