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Es verdad que para aquel entonces existían religiosos pre– cursores de los futuros Espirituales, enemigos dedarados de toda evolución y deseosos de cumplir la legislación a la letra, sin glosa alguna. Si faltaran otras fuentes, la bula Quo elongati lo paten– tizaría sobradamente. Más aún, es cierto también que, llevados de excelente buena voluntad, turbaban por aquellos años la con– ciencia de sus hermanos : o el Papa resolvió la cuestión· del Testamento y de los preceptos evangélicos contra los deseos de su santo amigo, lo cual no puede admitirse en modo alguno, o frailes excesivamente literalistas sembrarón esas ideas rigurosas haciendo dudar a sus hermanos y llevando la cuestión en último término al mismo solio pontificio. Lo que ya no aparece t,an claro es cómo pudieron inyectar en la Orden la opinión unánimemente admitida de la obligato– riedad grave de la Regla. Porque, si de una parte había religiosos apegados más de lo conveniente a 1'a letra de la Regla, en el campo opuesto se encontraban fray Elías con los suyos y otros que, si no como ellos, deseaban suavizar la observancia, a fin de acomodar más fácilmente la Orden a las necesidades que se le presentaban ( 13 ). Sería extraño además que en menos de cuatro años se hubie– ra extendido esta idea sin protesta alguna y con unanimidad sorprendente, entre los sencillos y entre los más poderosos inge– nios que habían tratado a san Francisco. En conclusión, si para 1230, antes de la bula Quo elongati, la fraternidad creía unánimemente en la obligatoriedad grave de algunas prescripciones de la Regla, el origen, la fuente de tal creencia hay que remontarlos hasta el mismo Fundator. Es decir, todos estaban entonces convencidos de que tales habían sido sus intenciones. II. - LOS « CUATRO MAESTROS». Poco después de la bula Quo elongati renunció Juan Parenti al generalato de la Orden, debido quizás a las discusiones sobre la Regla 04 ). Le sucedió fray Elias 0232-1239 ), quien dió gran impulso a los estudios, obtuvo nuevos privilegios, construyó la basílica de Asís, etc.; pero se malquistó las voluntades de sus súbditos por el abuso que hizo de su autoridad. (13).· De hecho, el documento papal da a entender que había religiosos que defendían que :os bienes muebles eran propiedad de la comunidad (p.230a). Por su parte, las leyendas de san Francisco muestran con frecuencia la oposición de varios mimstros Y letrados a los ideales del Santo. (14) Lo afirma la Chrontcá XXIV Generalium Ordinis Minorum, en Anal.Fi'anc. 3(189~),213. 95
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