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Tres modos distintos de expresarse tiene la Sagrada Escri– tura. Unas veces Dios quiere oblig¡:¡,r sub praecepto, por la forma y pm :ta intención, v.gr. , Hoc est praeceptum meum, ut diligatis i.nvicern; otras, por la intención solamente, no por la forma, v.gr. , Non furtum facies; pero se dan también casos en !os que por la forrna parecería. querer obligar, sin tener, con todo, esa intención; por ejemplo, cuando Jesús sanó a un sordo y a un mudo <, praecepit eis ne cui dicerent >l. ¿Quién osará afirmar, se pregunta, que el Sefior deseó imponerles el mandato bajo pecado rnortal? Tal es e] caso de fa Regls,, de san Agustín en la cláusula <( Ha,ec sunt qua.e ut observetis praecip"imus » pues no es pro– ba}Jle que varón tan prudente, 1:mn cuando « praeci.piendo lo– r1uatur íl tuviera la voluntad de imponerlo todo bajo precepto. De esta solución surgían varias dificultades: ¿Por q_ué adujo el ténnlno praecipimus? Si esta palabra no importa verdaderos estatutos graves, la Regla no contiene ninguno. Y, caso de negar esta conclusión, ¿cómo distinguir los consejos de los preceptos, una, vez que no se admite como base la terminología? No amilanaron a Hurnberto estas objeciones que hubieran podido oponerse a su sentencia, y procuró solucionarlas antici– p9,damente. A pesar de que no significa verdadero precepto, la Regla 2duce el verbo praecipio y no simples mandatos, para indicar la voluntaiJ. decidida del legtslador de que se observasen sus pres– cripciones, a fin de no dar ocasión a Ia indolencia humana a descuidar lo que se le había impuesto. No se deduce de esta opinión que la Regla esté desprovista de prnceptos ; es verdad que no se encuentra ninguno en virtud de la palabra praecipio, pero hay muchos por la intención del que la co:r:1puso, ai:mque por las expres,iones no lo parezca. El modelo es la Sagrada Esm•itum, la cual, empleando idénticas fre..ses, unas veces obliga gravemente y otras, no. Pa:ra conocer qué mandatos en concreto constituyen pre– ceptos, no ha,y que recurrir a las palabras praecipio, praeceptum, sino a la razón, a la inteligencia, pues cuando está bien dis– puesta sabe discernir con facilidad qué cosas quiso obligar sub gravi un hombre prudente. Por ejemplo, en la Regla de san Agustín lo referente s, la obediencia, castidad, unidad « et simi– lia n ( 230 ). Humberto no admite, por lo tanto, que toda ella sea pre– ceTlto, aunque afirma que muchas de sus prescripciones revisten tal ca;c:·áct,:::r. No concretizó mucho su pensamiento a este res- (230) Ibiderri~ p.65. 86

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