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por la Regla, contuviera ésta algunas prescripciones graves? De lo contrario, forzoso será admitir que en el origen de dicha obligatoriedad han intervenido otros factores posteriores a la muerte de san Francisco (1226) y anteriores a 1312. Después de examinar sucintamente las principales teorías que sobre la obligatoriedad grave de la Regla han propuesto los expositores a través de los siglos, abordamos directamente el problema fundamental estudiando el pensamiento del Será– fico Padre, primero en sí mismo, tal como nos lo presentan sus escritos y las leyendas primitivas; después, interpretado por La más genuina tradición de la Orden. Los dos elementos son necesarios para ofrecer una solución definitiva. No basta el primero, por varias causas. Porque en las insti– tuciones religiosas no todo aparece siempre en la legislación redactada por el Fundador; suelen ser muchos los deseos que él alberga, intraducibles a fórmulas legislativas e íntimamente captados por sus compañeros. Porque, y en segundo lugar, documentos que tal vez se han perdido o intenciones que tal vez no han sido explícitamente expuestas en los que han llegado hasta nosotros, pudieron ser conocidos por quienes convivieron con ,él o con sus d_iscípulos inmediatos. Juzgamos que, si reina tanta diversidad de pareceres en la expliqación de la fuente de la obligatoriedad, débese en no pequeña proporción a la circunstancia de que los autores no han prestado la suficiente atención al primer' siglo de fran– ciscanismo, que interpreta al Santo Patriarca dentro de su época. A cada hombre hay que enmarcarlo en su siglo. Tal vez asi desaparecerán ciertas incoherencias, al pretender juzgar a un hombre, una institución, un episodio histórico, con lamen– talidad de nuestro siglo XX. Y este escollo, por lo que se refiere al problema planteado, lo salva la más antigua tradición de · la Orden, la del siglo· XIII, rectamente interpretada. Con el fin de aclarar la cuestión más objetivamente, sin descuidar los principales autores que directa o indirectamente la han tradato, hemos insistido en el estudio personal y directo de las fuentes primitivas, sobre todo de los escritos de san Fran– cisco, de las antiguas leyendas y de las exposiciones y comen– tarios de la Regla compuestos antes de 1279, fecha de la funda– mental declaración pontificia efectuada por Nicolás III en su Exiit qui seminat y término de nuestras investigaciones. Para entonces habían desaparecido todos los compañeros del Santo y la verdadera tradición estaba ya sólida y permanentemente formada. (j
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