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la observancia literal del evangelio es el móvil de sus accio– nes (26). Mas, con base verdadera, Esquivel argumenta fuera de la objetividad. Dejando otras consideraciones de menor impor– tancia, la conclusión que deduce no es tan cierta come el prin– cipio de donde procede, pues el Seráfico Padre, como todos los fundadores de su época, exigió sub yravi de sus seguidores los tres votos de obediencia, pobreza y castidad, lo cual difícilmente· se podrá admitir que lo preceptuase Cristo a los apóstoles. Más aún, estaban libres de su observancia, a lo menos en parte: podían poseer y poseyeron de hecho; ¿hasta qué punto llegaba la obediencia a san Pedro? Ni se olvide que, aunque cumplieran los tres consejos evangélicos, no estaban constreñidos grave– mente a cumplirlos, por haber emitido un voto preceptuado por el divino Maestro. San Francisco, no obstante su afán mil veces demostrado de observar integralmente el evangelio, de no quitar ni añadir una tilde a cuanto en él se contiene, impuso a su hijos sub mor- tali los tres consejos evangélicos principales. . Débese, pues, entender rectamente, lo que quiere significar en el Santo la observancia literal del mensaje de Cristo. No re– pugna su deseo de actualizarlo con toda fidelidad en sus pres– cripciones, amonestaciones, consejos, etc., y, precisamente para llevarlo a efecto con mayor entereza, imponer estrechas obliga– ciones que impulsaran a sus seguidores hacia el ideal abrazado. 2º Caridad del Seráfico Padre. El segundo argumento de Esquive! es más interno y psico– lógico. ¿Cómo es posible que Padre tan amable, tan caritativo, tan dulce, que conocía como nadie las miserias humanas, qui– siera obligar a yugo tan pesado contra la explícita voluntad de Cristo? (27). Es cierto que el Santo P,atriarca poseía en grado eminente la bondad y caridad evangélicas ; pero no debe olvidarse que también era rigurosísimo en todo lo que a la disciplina se re– fería no dejando impune la más leve transgresión (28); tam– bién maldecía a los que no se portaban rectamente y escanda– lizaban a sus hermanos con malos ejemplos (29) ; también (26) Regula I, c.22, en Opuscula, Quaracchi 1949, p.56; Regula II, c.1,12, ibidem, p.63.74; CELANO, Vita prima, n.22,84, p.19,63; Vita secunda, n.24,144s; S.BONAVEN– TURA, Legenda maior, c.3, n.3, p.567s; Legenda Trium Sociorum, n.48,25,29, p.415s,397s,400; Ler,enda antiqua S.Francisci, edición de DELORME F.M., O.F.M., Paris 1826, n.4, p.2s; IU.LIANUS. DE SPIRA, o.e., n.15,53, p.342,360. (27) ESQUIVEL, o.e .• p.37s. (28) CELANO, Vita prima, n.42,51, p.33s,39s. (29) CELANO, Vita secunda, n.156, p.220; S.BONAVJ;:NTURA, Legenda maior, c.8, n.3, p.593. 38
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