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Es la primera y única vez que habla el Papa de la costum– bre antigua de la Orden; pero sólo para probar que el verbo teneantur tiene fuerza de precepto. Y esto es cosa muy distinta de la pretendida tradición. Sin dificultad admite la segunda proposición de Cle– mente V, sin que ello obste a rechazar el razonamiento de los exposi,tores postclementinos. El Papa, . como canonista parti– cular, llevado de su opinión manifestada en la misma decretal según la cual las palabras preceptivas obligan sub mortali, al significar el verbo teneantur precepto, dedujo que cuántas veces aparece en la legislación reviste tales caracteres. La con– clusión se desprende de la premisa falsa del Papa, no, del sentir unánime de la Orden. Por con.siguiente, en ninguno de estos dos artículos consta de la costumbre inmemorial que interpreta la intención de san Francisco de obligar gravemente a sus hijos (43). · Mas, aunque la teoría del autor fuese verdadera hasta este punto, todavía resta base suficiente para defender la obligato– riedad como proveniente del Santo Patriarca. En la suposición de que no mencionara este documento pontificio la tradición, ¿realmente hasta la bula Exivi de paradiso no fué tal el pensa– miento de la Orden? Eva este el principal escollo que podia encontrar Esqui– ve! (44). No se arredró ante la obj,eción y valientemente asienta sus conviciones que intentará probar a lo largo de su libro: en el siglo XIII no se halla rastro alguno de que la famila mi– norítica interpretase haber ·sido la intención de su Fundador imponer los preceptos sub mortali ( 45). En la demostración de su tesis divide en tres -secciones la materia.: historiadores, expositores, capítulos generales. Para los primeros remite a otro opúsculo suyo (el segundo de los cinco que escribió sobre la Regla). Entre los expositores examina a san Francisco, Cesarlo de Espira, Cuatro Maestros, san Buena– ventura y Hugo de Digne. Termina, finalmente, recorriendo los capítulos generales desde los tiempos de fray Elías a los de Gonzalo de Balboa, en cuyo generalato se expidió la clementina. (43) Ibidem, p .29'8. (44) Dióse perfecta cuenta de la dificultad: « Veamos ahor.a si se encuentra tal costumbre y sentimiento de los PP. expositores y escritores anteclement!nos, que es el negocio más arduo que ¡jp puedo emprender como decisivo; pero éste y otros mayores emprenderé por libertar del peligro de un pecado mortal. Por ello emprendería penetrar descalzo las dos Américas, Noruega y Japones y las Indias; subir los escarpados Pirineos, Alpes Apeninos. Cáucasos. Andes de Chile y Chimborazo de Quito y ·todos los mundos fantásticos de Descartes: todo me es poco en comparación de una ofensa de Dios, y en esta virtud dedico mis tareas, sudor y trabajo a investigar esta verdad importante a nuestras almas y en un siglo de tanta relajación» (!bidem, p.31). (45) Ibidem. 24

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