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ciones. Unicamente quiso imponer, pues, lo que mencionó prae– ceptorie vel inhibitorie seu sub verbis aequipollentibus. Lo re– stante deberá observarse tanto más cuanto que por su profesión los frailes renuncian a todas las cosas de la tierra y se entragan al servicio div.ino (135 ). Estos conceptos concuerdan fundamentalmente con los de Gregario IX e Inocencia IV ; pero Nicolás III añade la frase sub verois aequipollentibus ( 136 ), canonización implícita de la doc– trina de los Cuatro Maestros, de Digne, san Buenaventura y otros. Ella daría después ocasión a prolongadas discusiones, por lo que Clemente V enumeró taxativamente los preceptos hoy llamados equipolentes. Pret,ender examinar en la bula lo que en concreto obliga sub mortali a los Menores tropieza con no pocos escollos. La dificultad no proviene de las palabras praeceptorie vel inhibito– rie, una vez que los expositores de este las refirieron sobre todo a los verbos praecipere y teneri, sino de las siguien– tes: sub verbis aequipollentibus. Puédese razonablemente suponer que a lo menos serían las normas consultadas, y en ellas entran estos preceptos que toda– vía hoy conservan su valor : los dos sobre la predicación, nú– mero de prendas, recepción de novicios, cuidado de los ministros para vestir a los súbditos y preocuparse de los enfermos. Y, si el documento silencia otros, no significar que no obliga– sen entonces, sino que reinaba unanimidad en su explicación. c) Origen de la obligatoriedad. Más importante que señalar cada una de. las prescripciones graves contenidas en la es para nuestro el estu– dio de los fundamentos en que se apoyó su autor para. deducir– las de la Regla. Con acierto y táctica de gobernante, antes de comenzar su declaradón de los diiscutidos manifiesta el Papa el gran amor que siente por la Orden ya desde sus primeros años y avisa que frecuentemente había conversado con compañeros del Se– ráfico Patriarca sobre su Regla y sus intenciones. En pleno cono-• cimiento de lo que concierne a su observancia y a los deseos del Fundador pretende hacer la nueva exposición 037 ). El principio general enunciado en el prólogo va individua– lizándolo en diversa,s ocasiones. Por eso, la bula se diferencia (135) Exiit qui seminat, a.1, p.186··190. (136) Ibídem, p.189. Véanse los textos paralelos de Quo elongati y Ordinem -cestrum en EUBEL, Bullarii l!'ranciscani Epitome, p.2291:> y 238a respectivamente, (137) Ibidem, Prologus, p.185s. 123
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