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o naturaleza misma de las cosas: « Ad intellectum autem alius argu– menti, videlicet quomodo leges principum obligent ad culpam, utrum scilicet pro arbitrio suo, an vero ex natura legis. Notandum est discrimen inter ecclesiasticam pOtestatem et civilem. Ecclesiae enim praelati... possunt leges condere... etiam di,scernendo inter veniale et mortale, atq_ue ·a:deo decernendo transgressionem suae legis esse mortale crimen. Saeculares autem príncipes id nequeunt definire.. An vero transgressio vel omissio mortalem la:bem transgressori impingat ex rerum natura exáminandum est » 13 • Soto, siguiendo también en este punto a su maestro, se refiere a la conclusión a que podría conducir la tesis por él enseñada, a saber, a negar la posibilidad de que la autoridad civil dicte leyes sin obli– gación en conciencia; pero el teólogo dominico rechaza terminante– mente la consecuencia, puesto que leyes semejantes existen en la vida religiosa 14 • Ahora bien; ¿qué leyes obligan en conciencia y cuáles no? O ¿qué signo o criterio •existe para distinguir las leyes que obligan bajo culpa, de fas leyes 1 puramente penales? Soto· advierte que las leyes nunca suelen expresar formalmente su fuerza obligatoria y que ésta •se ha de extraer de la naturaleza y gravedad de las mismas. Así, pues, toda ley instituida de modo absoluto, si no se expresa otra cosa, no puede menos de obliigar en conciencia grave o levemente según su contenido o naturaleza: « Sed sci,scitaris iam signum quo dtgnos-cendum est quaenam lex obliget ad culpam, quae vero minime... Leges enim nunquam ferri consueveunt cum tali accessione « praeci– pimus sub rea.tu culpae mortalis vel venialis », sed ex operis natura et gravitate illud est perpendendum. Quocirca fidissima regula est: omnis lex quae absolute f.ertur, hoc est, quae contrarium non explicat, obligat ad culpam, vel venialem vel mortalern, secundum pretium operis 15 • En el conjunto de esta exposición resalta iindudablemente el obfeto o materia de las leyes y preceptos como el elemento verdaderamente constitutivo y determinante de la gravedad de los mismos. En cambio. la voluntad e intención del legislador brilla por su ausencia; su valor aparece casi nulo, excepto en las leyes que no obligan bajo culpa. Ahora bien; ¿a qué se debe la existencia de semejantes leyes? ¿Se debe 13 Ibídem, a. 4, p. 49. 14 Ibídem, p. 49 s. 15 Ibídem, p. 50. Véase también ~foORE E., Los principios constitutivos de la materia leve, p. 49-51 (en Archivo teológico granadino, p. 55-57), 84-86, 112 s. 8
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