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- 97 - nos hallamos en la presencia de un auténtico poeta, con arrestos sufi– cientes para emprender obra de tal envergadura; o que las expresio– nes "como diz la lection", "li da el dictado" presuponen necesaria– mente una obra sobre la que ha trabajado nuestro poeta. Así Solalinde escribe, como quien enuncia un axioma, que "que– da sin determinar aún de dónde tomó Berceo la Introducción y el mi– lagro XXV" (19), cuando el planteamiento del problema debería ser muy diferente. Si nos atenemos al criterio de algunos investigadores que han tra– bajado en nuestros días en la obra de Berceo, la Introducción está compuesta exclusivamente para los Milagros de Nuestra Señora. Dice Giménez Resano: "Gonzalo de Berceo no necesitó de ningún modelo y no lo tuvo; Berceo recurre al locus amoenus en la 'Vida de Santa Oria' (43-44, 155), pero no se debe confundir un motivo temático, propio de todo tiempo y lugar, con la estricta y verdadera fuente literaria. La introducción a los 'Milagros' es algo tan concreto, supone una conexión tan íntima con el resto de la obra, que la consideramos como una pieza fabricada 'ex profeso' por el poeta para el conjunto estruc– tural. Busca y encuentra un bello prólogo para su obra predilecta" (20). El manuscrito Thott 128 registra, Jo hemos dicho ya, sólo vein– ticuatro milagros; que se haya perdido el que hacía el número XXV o que no haya existido jamás no tiene excesiva importancia. Nosotros nos inclinarnos a creer que la obra terminaría en un principio con el Milagro de Teófi[o (el XXIV), con esa tierna súplica a Jesucristo y a la Gloriosa y ese Amén que cierra cada una de las tres últimas estro– fas: 864, 865 y 866. Nos parece una terminación lógica y natural; el milagro de La Iglesia robada lo habría añadido más tarde. Sea lo que fuere, el hecho es que Berceo nos cuenta veinticinco milagros, cosa que consideramos muy significativa. Todos sabemos la importancia y el simbolismo que para la mentalidad medieval ence– rraban los números. Pues bien, veinticinco es el cuadrado de cinco y veamos lo que Gariano escribe a este respecto: "El número cinco es el número mariano por excelencia... Berceo hace uso del número cinco cuando refiere los símbolos marianos de la pradera. Cinco son los símbolos fundamentales: la pradera, los ríos, los árboles, la sombra, los pájaros canoros (coplas 19-26). Luego hay el simbolismo de las flores que corresponden a los nombres de María. El poeta no precisa el número de las flores que brotan en la prade– ra mística, pero al aclarar su simbolismo, hace una lista de veinticinco (19) Antonio G. SoLALINDE: Berceo, Milagros de Nuestra Señora, Clásicos Cas– tellanos, Madrid, 1968, pág. XXI. Las citas de los Milagros las haremos según esta edición. (20) G!MÉNEZ RESANO: ob. cit., pág. 146.

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