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- 114 - la Santísima Virgen, aplicara a María versículos enteros del Cantar de los Cantares (77), debido a que algunos Santos Padres habían re– ferido ya aquellos pensamientos a Nuestra Señora. Existió una corrien– te tan poderosa en este sentido que en el siglo XII aparecen algunas exposiciones del Cantar de los Cantares acomodadas por entero a la Madre de Dios (78). El mismo San Bernardo, tantas veces citado, identifica en varias ocasiones a María con la Esposa (79), por lo que no tiene inconvenien– te en afirmar de aquélla: "Huerto es, en verdad, de delicias, que no solamente inspiró vinien– do, sino que agitó dulcemente con sus soberanos soplos aquel austro divino, sobreviniendo en ella, para que por todas partes fluyan y se difundan sus aromas, los dones, es a saber, de sus gracias" (80). Con todos estos antecedentes no debe extrañarnos que Berceo, sin necesidad de ningún otro modelo que imitar, en un momento de inspiración y apoyado en la cultura de la época, desarrollara poética– mente el "hortus conclusus, fons signatus" (81) en que, siguiendo la autoridad de los Padres y de la liturgia, estaba figurada María. Y co– mo María es "la llena de gracia", "la bendita entre todas las mujeres", Berceo elimina del prado, o si preferimos del huerto, toda maleza, to– da hojarasca, todo lo que desentone, y lo adorna, por el contrario, de flores, de frutos, de aves, de frescura y de fragancia. Un último reparo nos queda por dilucidar: el argumento que es– grimen los que niegan la originalidad de Berceo, que no es otro, a su modo de ver, sino el propio testimonio del autor. En tres momentos de la Introducción parece descubrirnos Ber– ceo que tiene a su vista la obra de otro autor y es cuando escribe: "co– mo diz la lection" (C 4 lc), "li da el dictado" (C 31c) y, finalmente, "que nos della leemos" (C 42c). Este es el problema. Cuando hemos hablado del símbolo de la vara de Aarón, hemos apuntado una interpretación, muy verosímil, de lo que puede signifi- (77) Hay constancia de que ya en el siglo XII, en las festividades de la Virgen, se leía el Cantar de los Cantares. Véase F. J. MARURI: El Cantar de los Cantares, Bilbao, "El Mensajero del Co– rJzón de Jesús", 1951, pág. 273. (78) MARURI: ob. cit., pág. 274. (79) SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, en Obras Completas; vol. 1, pág. 722. Id., Id.: En el domingo de la octava de la Asunción, en Obras Co,npletas, vol. !, pág. 729. (80) SAN BERNARDO: Sermones de Santos, En la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, en Obras Completas, vol. 1, pág. 741. (81) Ct 4, 12.

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