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- 112 - en plan de viaje como en el de visión? (72). Bien pudiera esto cole– girse de la alusión que al paraíso hace Berceo en la copla 14: "Semeia esti prado egual de paraíso" (C 14a), aunque con la misma probabi– lidad, por lo menos, podemos admitir que la finalidad de dicha copla es la de preparar la entrada en escena de Adán y Eva, asunto que he– mos tratado anteriormente. ¿O tiraría por el camino de los tópicos, en concreto por el del locus amoenus, que no le era desconocido? Siguiendo a Curtius, el lo– cus amoenus "constituye, desde los tiempos del Imperio romano hasta el siglo XVI, el motivo central de todas las descripciones de la naturaleza. Ya vimos que el locus amoenus es un paraje hermoso y umbrío; sus ele– mentos esenciales son un árbol (o varios), un prado y una fuente o arroyo; a ellos pueden añadirse un canto de aves, unas flores y, aún más, el soplo de la brisa" (73), y hay que reconocer que todos ellos se encuentran en Berceo. ¿O, como sugiere Luis Jaime Cisneros, se habría dejado guiar por los Proverbia quae dicuntur super natura feminarum? (74). No rechazaremos de plano todas estas hipótesis ni nos detendre– mos a rebatirlas, pese a que no nos convencen, entre otras razones, porque es ya hora de que la investigación siga otros derroteros. ¿O es que no podemos imaginarnos al bendito Berceo, cargado de años y de recuerdos, paseando por aquellos frescos y serenos parajes de la sierra de la Demanda, en que está anidado el monasterio, su monas– terio, mientras rumia un prólogo para su obra favorita? ¿o de regre– so de la tumba de San Millán, descansando en un tronco o en la verde hierba, a la sombra de un copudo árbol? El panorama que se le ofre– ce a la vista es maravilloso; la tranquilidad, absoluta; no necesita re– pasar viejos pergaminos, le basta leer el libro abierto de la naturale– za. Y hoy nadie se atreverá a negar que Berceo sabía hacerlo. La descripción berceana rebosa realismo: prado verde, árboles frutales, pájaros cantores, flores olorosas, fuentes cristalinas, sombra acogedora. Es un espectáculo del que podía gozar todos los días; ni plantas exóticas, ni animales fabulosos, ni gemas refulgiendo en los manantiales. Es verdad que el prado se nos antoja al mismo tiempo al- (72) Howard ROLLIN PATCH: El otro mundo en la literatura medieval, México– Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1956, págs. 142-181. (73) CuRnus: Literatura europea y Edad Media latina, México-Buenos Aires, F. C. E., 1955, pág. 280. (74) Luis Jaime Cisneros cree ver una misma intención alegórica y una coin– cidencia técnica en algún aspecto en la Introducción de Berceo y en estos Proverbia. Luis Jaime CJSNERos: ¿Una fuente probable de Berceo?, en "Boletín del Instituto Riva Agüero", II, 1953-1955, pág. 151-157.

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