BCCCAP00000000000000000001332

(16) F; CARMELO DE JTURGOYEN 61 2. - El B. Juan Duns Escoto, Raimundo Lulio, San Pedro Pascasio. Siglo XIV. A fines del siglo XIII y principios del XIV obtuvo un grande avance el problema del cristocentrismo. El B. Juan Duns Escoto sentó una serie de proposiciones, que lo sacaron del terreno de la hipótesis y lo trasladaron al de la realidad, al terreno de la rea– lidad suprema, el acto creador de Dios. Prescindiendo del Utrum si homo non peccasset... afirma: a) «La caída del hombre no fué causa de la predestinación de Cristo; aún más, aunque ni el ángel ni el hombre hubieran caído y ni siquiera hubieran sido creados los hombres, Cristo hubiera sido predestinado» (37). b) «No es verosímil que un tan gran bien haya sido ocasionado por un pe– cado y ni siquiera por un bien menor» (38). e) «Lo primero que Dios quiere es su gloria, único y último fin suyo propiamente dicho. Primo ergo vult se. Este es su velle intrinsecum» (39). d) «Después de esto y para esta gloria fué predestinado Jesu– cristo, un alma que había de unir consigo in u_nitate perso- 1tae» ( 40), un alma decretada a,nte omne meritum aut deme– ritum» (41). Cinco proposiciones que hacen totalmente inútil la pregunta Vtrum si homo non peccasset, y anula radicalmente el problema secular del motivo de la Encarnación. Según la mente del Doctor Sutil: lo primero es en el acto creador de Dios su gloria y Una gloria infinita y para esa gloria una muchedumbre de seres perfectamente jerarquizados, a la, cabeza de los cuales y como tal aquel ser que había de ser Dios y hombre. No cabe duda alguna de que fué algo nuevo y un grande acierto el plantear el problema del cristocentrismo como lo plan– teó Escoto, haciendo posible y aún obvia su solución. Pero cabe en cambio una pregunta, ¿qué postura adoptó nuestro gran Doc– tor y qué solución dió a las repetidas afirmaciones de las sagra– das Escrituras y de los santos Padres, que parecen subordinar y condicionar la Encarnación del Verbo a la existencia del pecado original ; afirmaciones compendiadas en el símbolo niceno y que pusieron estas palabras ya citadas en la pluma del Doctor An- (37) Cf. Op. Paris, III, d. 7, q. 4, ed. cit., p. 14. (38) Cf. Op. Oxon. III, d. 7, q. 3, ed. cit., p. 6. (39) Cf. Op. Paris, loe. cit. (40) Cf. ibid. ( 41) Cf. ibid.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz