BCCCAP00000000000000000001331

Ansorena, José Luis J~ ,J~ Santes ban PAMPLONA. Debemos recordar que en los comienzos del siglo XIX en Pamplona seguía funcionando, lo que podíamos llamar la Escuela de Música de la Catedral, donde se preparaban los niños cantores y los instrumentistas para la Capilla Musical, aunque algunos llegaban a participar en otras activida– des musicales. En la ciudad era muy popular el tra– bajo de José Guelbenzu, organista de San Saturnino. En su casa impartía cla– ses de armonía y composición. Fueron alumnos suyos sus propios hijos, José Javier y Juan María, y con ellos Alejandro Esain, Casto Ugalde, Tomás Campano, Mariano García, Valentín Melón, etc... Al margen de los actos religiosos, entre los que incluímos las procesiones públicas de Semana Santa e incluso las tradicionales actuaciones de los Au– roras, suponemos que se daban otros actos civiles, en los que intervenían gru– pos de cantores que solemnizaban y alegraban las fiestas ciudadanas. Pero no disponemos de datos. Las imprentas musicales de Pamplona editaban exclusivamente música religiosa. En la década de 1850 se crea en la ciudad la Academia Municipal de Música, que pro– grama la enseñanza del solfeo, armonía y composición, más la técnica de diversos instru– mentos musicales. Con el transcurso de los años se crea una sección coral, que tendrá un calendario de actuaciones académicas. En estas aulas eran profesores Conrado García, Ju– lián Burguete, Mariano García, Joaquín Maya, etc... Entre ellos emerge como patriarca del mo– vimiento musical en Pamplona Joaquín Maya, que es al mismo tiempo el director de la So– ciedad de Conciertos Santa Cecilia. La abundancia de partituras editadas de música religiosa en el siglo XIX en las impren– tas españolas nos hace pensar en su fácil venta, al contrario de la música civil o profana, que por ser considerada de interés para grupos lúdicos minoritarios y de actividad limitada, era excepcionalmente editada. De ahí que sea más difícil concretar cuál era el repertorio usual de las agrupaciones vocales, de las que hemos hablado. Podemos suponer que obtenían partituras editadas en el extranjero. VITORIA. Hay historiadores que detallan la existencia de grupos instrumentales de mú– sica, que funcionaron desde 1811, durante la ocupación francesa, en festejos y bailes del mundo político y de la clase distinguida o en posteriores visitas de Reyes, bodas importan– tes y acontecimientos similares. Pero no hay constancia de grupos vocales, que interviniesen en actos civiles, a semejanza de otras capitales del País Vasco. 84 Musiker. 12, 2000, 77-99

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz