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Repertorio inicial de nuestros orfeones y sociedades corales Francia es pionera y ya en 1820 la municipalidad de París funda el primer estableci– miento musical, al que ponen por nombre Orfeón y, por extensión este mismo nombre al gru– po de cantores de dicha entidad. El vocablo Orfeón está tomado de la imagen del personaje mítico Orfeo, el que con su voz y su lira domesticaba en el bosque a las fieras, doblegaba los árboles y detenía las co– rrientes de los ríos. Como conjunto de cantores, el Orfeón en su origen presuponía que constituía exclusiva– mente un grupo masculino maduro. El Orfeonismo se difundió profusa y rápidamente por distintos países. Pero puede decir– se que ordinariamente eran conjuntos sin grandes ambiciones artísticas. En corto transcurso de años se inicia el empleo de la expresión Sociedad Coral, como entidad similar y sin que se perciban con claridad las diferencias. En ocasiones hasta se em– plea la frase mixta el Orfeón de la Sociedad Coral. Tras esta exposición previa, para una mayor claridad dividiremos el siglo XIX en dos par– tes elásticamente iguales. PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX En el País Vasco desde tiempo inmemorial grupos informales intervenían tradicional– mente con canciones de ronda en las vísperas de Navidad, Santa Agueda, etc... lncluso, se– gún testimonio de lztueta, la mayor parte de las danzas populares eran cantadas por coros. Pero estamos hablando de melodías unisonales en euskera. Entrados ya en el siglo XIX en las capitales del País Vasco existían grupos de cantores más cultivados, pero sin nombre, que intervenían privada o públicamente con Himnos en acontecimientos civiles y canciones apropiadas para Comparsas de Carnavales, etc. Sin ser propiamente grupos eclesiásticos, sí eran próximos a ellos, pues dependían en gran parte de los maestros de capilla en activo. SAN SEBASTIÁN. Pocos años después del incendio de 1813 Pedro Albeniz y José Juan Santesteban, maestros de capilla de Santa María y San Vicente, compusieron diversas parti– turas para los Carnavales. Abarcaban Tiranas, Boleros, Contradanzas, etc. En 1833 José Juan Santesteban compuso para la Comparsa de Sastres la partitura, cuyo texto dice así: Musiker. 12, 2000, 77-99 La muchacha que no pueda hacer un traje completo, acuda a casa del sastre, que sabe poner el resto. Tiranilla mía, déjate amansar. No mates al sastre con tanta crueldad. Vivan tus caricias, mi aguja y dedal! ¡Viva el bello sexo de San Sebastián ! 79

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