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Ansorena, José Luis INTRODUCCIÓN Con estas líneas no pretendo adentrarme en el origen e historia de nuestros Orfeones o Sociedades Corales. Es ésta una materia de la que existe abundante documentación en los trabajos de Jon Bagüés 1, Juan Carlos Gortazar 2 , Manuel Llano3, Juan Gorostidi 4 , Miguel Pe– lay Orozco 5 , Baldomero Barón 6 , María Nagore Ferrer 7 , etc. En ellos me apoyaré también yo para el desarrollo de mis ideas. Mi intención es centrarme en el repertorio empleado en el origen de nuestras entidades corales, exponer la evolución de este repertorio anteriormente inexistente y tratar de clarificar la confusa procedencia de clásicas partituras vascas, atribuidas en ocasiones erróneamente a diversos compositores. A pesar de lo dicho, no me será posible inhibirme de la historia y desarrollo de los Orfe– ones y Sociedades Corales. Pero trataremos de acercarnos lo más someramente posible a ellos. Previamente expongo unos considerandos en torno a terminología propia de la materia. Coro y Orfeón son dos vocablos, que han experimentado una fuerte evolución en sus contenidos. Orfeón, de Orfeo, es un concepto inventado en el siglo pasado. Coro, de Xoros, tiene su origen en la primitiva cultura griega. Xoros significa en griego círculo. Este nombre se atribuyó en las tragedias griegas al gru– po de cantores, porque expresaban sus temores, sus esperanzas y sus alegrías, evolucio– nando en el escenario en forma circular. Después esta costumbre influyó en la primitiva igle– sia cristiana, que reunía a los fieles circularmente ante los altares, para entonar himnos y ala– banzas. Por esto también se llamó Coro al lugar, donde se formaba el círculo de cantores. Con el tiempo, al construirse iglesias de mayor capacidad, se optó por asignar a los canto– res un lugar diferente, que también recibió el nombre de Coro. Secularmente casi en exclusiva se ha empleado el nombre de Coro, para designar a los cantores de catedrales e iglesias, si bien, unidos a los ministriles o instrumentistas, era muy frecuente denominarles Capilla Musical. En el primer tercio del siglo XIX la música se seculariza. Deja de ser exclusiva del mun– do clerical o de grupos elitistas. Nacen los movimientos de educación de la juventud en la música. 1. BAGÜÉS, Jon: El coralismo en España en el siglo XIX en "Actas del Congreso Internacional: España en la mú– sica de Occidente" (Ministerio de Cultura, Madrid, 1987). 2. GORTAZAR, Juan Carlos: Bilbao a mediados del siglo XIX- según un epistolario de la época y otras páginas (Bil- bao: Librería Arturo, 1966). 3. LLANO GOROSTIZA, Manuel: Un pueblo que canta (Bilbao: Caja de Ahorros Municipal, 1978). 4. GOROSTIDI, Juan: Orfeón Donostiarra. Memoria artística, 1897-1929 (San Sebastián, s. a.) 5. PELAY OROZCO, Miguel: Orfeón Donostiarra: Su historia. Bere Kondaira (1897-1978). (San Sebastián: Caja de Ahorros Municipal de San Sebastián, 1980) 6. BARÓN, Baldomero: El Orfeón Pamplonés (Pamplona: Diputación Foral de Navarra, 1974). 7. NAGORE FERRER, María: La Sociedad Coral de Bilbao en el contexto del movimiento coral europeo (1850-1936) , tesis presentada en la Universidad de Valladolid en 1993 78 Musiker. 12, 2000, 77-99

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