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se, repetían lamentanlemente,c voMendo a las yieJas .caucione$ <le los años 20 Y 30, El· auditorio· no aspíraba: ·•a más. Vivía· de recuerdos incontenibles. La cri– tiéa todo lo veía bien y culpablemente nunca levantaba la voz. Los com– positores que regresaban de la dispersión, cohibidos por las circunstancias, no •emprendían nuevos riesgos. Vivían de rentas. Algunos, como el P. Do– nostía, ensayaban nuevas tendencias en música para textos franceses, cas– ,tellanos, latinos, pero e.n euskera la producción era tímida .y tradicional. Los· compositores de la nueva· ola,, menos en número y empuje, mostraban un conformismo deprimente. Por los años 50 irrumpe con fuerza en la música vasc•a Francisco Escu– dero; pero su producción se mueve en lo sinfónico-coral, que, por dificul~ tades de montaje, es teYreno vedado para la mayor parte de nuestros co– ros. Escudero, que pudo ser el que renov·ara el re:pertorio del coro vasco, sólo ·compuso "Canción festiva"• y "Gizon dantza" por encargo de los or– ganizadores del concurso de ochote-s en 1965. "Canción festiva" particular– mente .pertenece al género de música, experimental, que debió existir .entre nue,stros compositores, pero no ha sido así, creemos que por culpa de todos: compositores, cantores, crítica y auditorio. Los concursos de com– posición de música coral vasca, organizados por Cinsa y Radio Popular de Bilbao en los años 64 y 65 nos die:'on como fruto obras de corte tradicio– nal, excepto una: "Nora", original de Rafael Castro, burgalés de naci– miento, natural de Villaroayo, vizcaíno de acogida. Aquellos concursos, sus– pendidos por orden gubernamental, sirvieron siquiera para descubrir esta promesa y esperanza. Rafael Castro se halla en una edad, 35 años, ideal para esperar de él grandes cosas. Pero ocupadísimo en el Conservatorio de Bilbao y en }a Universidad de De-ustn, por ahora no abrigamos demasiadas esperanzas de ver una producción abundosa de su pluma. El certamen de coros de Tolosa creó un premio especial en su tercera edición (1971) para }a, canción vasca que aportara nuevos valores. El jura– do declaró desierto dicho premio, dejando en evidencia a quienes presenta– ron con opción al premio canciones que en su intención no pasaban de lo ya escrito en el •año 30. Nuestra situación actual Entre tanto hemos llegado en España a un extraordinario movimiento de música de vanguardia con personalidad reconocida en el mundo en– tero. Entre sus primerísimas figuras se hallan varios compositores vascos: Luis de Pablo, de Bilbao; Carmelo Bernaola, de Ochandiano; Agustín Gon– zález Acilu, de Alsasua; Antón Larrauri, de Bilbao; José Luis· Isasa, de San Sebastián... Pero, hay en ellos y en su producción un alejamiento de lo coral. ¿Olvido? ¿Menosprecio? De cualquier modo la estética de e-llos se halla a una distancia de años luz con respecto a todo lo hecho hasta aho– ra en la música vasca. No parece sino que pertenecemos a razas distintas. El abismo está abierto. ¿Quién lo cubrirá? Me consta que ellos no darán un paso, at,ás por enmendar la plana. Tendremos, pues, en la historia de la música coral vasca en nuestros días un baldón irreparable; el de haber vivido de ,espald·as a una evolución en la música, que avanzaba como un carro implacable. Hemos dado lugar a las décadas 40, 50 y 60 a un parén– tesis en el que la música coral vasca no vivió, sino se modificó. Echando, pues, una mirada rápida y retrospectiva, diremos que las déca- -5-

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