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En julio de 1906, Francisco Gascue dio unas conferencias en el salón de Bellas Artes, de San Sebastián. De ellas entresaco estas palabras: «Quiero dirigir mi modesta voz a los orfeones vasoongad!lS, para ro– garles encarecidamente que no ab~donen el estudio de nuestras cancio– nes populares... » De aquí_ decLucimos la. existencia de varios coros vascongados; _ Tambi~ deducimos 'que ·no interpretaban éstos con demasiada frecuencia. nuestras canciones, influenciados tal vez por modas venidas de .allende los Pirineos. . ' '. . ' . ' . '. Y es que fue por entonces cuando la gran figura del folklore vasco, Re– surrección Maria Azcue, se entregó a la. divulgación de nuestras melodías populares, sus características, etc. El P. Donostía es un "converso" de él y con él, Gascue y otros consiguieron mostrar a todos la. belleza y varie– dad de nuestro rico folklore. La _ aparición sucesiva de una pléyade de compositores que se entusias– ma.ron' COJJ. el riquísimo arsenal folklórico, creó un repertorio amplísimo, donde los coros pudiesen escoger a sus anchas: Arín, Usandizaga, Busca, los Iruarrizaga, ;Mocoroa, Guridi, P. Donostía., P. Olazarán, Almandoz, Juan Maria Ugarte, P. Otaño, Olaizola, Zubizarreta., Urufíuela, Sorozábal, los '.Urteaga, Ga!'bizri, etc., etc. lista interminable de venerables figuras, que ar– monizaron nuestras melodías y nos inundar.on de música intrascendente, pero bella. Gni.cias a ellos el repertorio vasco sonó por doquier con o:rgullo y muy buena acogida. El resto lo hizo el tesón y la entrega de los com– ponentes de nuestros coros. Se ensayaron los primeros conciertos con· ban– d.as y orquestas. Las directivas adquirieron mayor empaque. Las relacio– nes públicas y el contacto con el exterior fueron a más. Había un ambien– te creciente de nacionalismo en nuestra música., siempre fundada en un :estrecho concepto de folklore. Apenas se conocía en nuestros compositores 'producción original en euskera. Todos construían su música, apoyados en las melodías de nuestros cancione!'os. Idea común entre ellos: tiene más ,valor armonizar una melodía popular, que componer una obra original. Era la eda del folklore. Sin él no se concebi11, la Ill/Ús.ica vasca. Algunos com– positores que_ estaban en contacto con las nuevas corrientes musicales_ ex– tranjeras, lanzaban tentativas para renovar las formas. No eran bien aco– gidos, pero con ellos se abrían nuevos horizontes al mundo coral vasco. Nos fijamos particularmente en Juan María. de Ugarte, cuya obra "Abesbatza– ·rako lau abésti", editad,a_ en 1934, marca en nuestra opinión un hito en ia música coral vasca; C1-eemos que esta obra en su intención, apenas ha sido superada por ningún otro compositor posterior, exceptuados los que llamaremos CQlllpositores de hoy. En pléna euforia, pues, de realidades y tentativas explotó la guerra ci– vil. La disolución de los coros y la dispersión de algunos compositores en el exilio dio al traste con la altura alcanzada. El fenómeno de la postguerra Tras algú.n tiempo de mutismo y a pesar de que la postguerra. no daba demasiadas alas a una rápida recuperación, la. innata inclinación del vas– co por lo coral hizo el milagro de la resurrección. Era la déc,ada del 40. Las cosas cobran nueva vida. Pero se habían per– dido afíos preciosos en los que las formas de expresión musical habían va– riado notablemente, Nuestros coros se superaron en número y calidad, pero sus programas ....... 4 __

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